Nuevamente hemos tenido un vuelco político, pues en esta ocasión la izquierda ha ganado las elecciones y en las anteriores ganó la derecha. Un nuevo partido emergente ha diluido la derecha, y ahora el vencedor habrá de estudiar sin pacta con la izquierda o con parte de la derecha. No lo tiene fácil, crea en la opinión pública una expectativa, que aun cuando aparentemente se observa, se dilucida, y hemos de ser pacientes en no involucrar lo sublime.

Como ya viene siendo habitual, casi todos los partidos quedan satisfechos con los resultados, unos más que otros, claro, pero en esos futuros pactos que vendrán, sí debieran de huir de los extremos, porque es donde podemos volcar, y buscar siempre el centro por ser el más seguro para no chocar. Positivo ha sido la gran participación ciudadana, ya que se ha llegado al 75 por ciento de los votantes.

Si buscamos el centro y no nos arrimamos demasiado ni a la izquierda ni a la derecha, seguro que no volcaremos. Conviene saber que si nunca hemos experimentado el temor de la batalla, la soledad de un recluso, la agonía de las torturas y las punzadas del hambre, estamos mejor que setecientos millones de personas en el mundo, por ello, sonriamos y seamos felices.