Hay en la política actual personajes que beben de movimientos literarios en el ejercicio de su profesión. Uno de ellos es Javier Esparza, candidato de Navarra Suma a la presidencia del Gobierno de Navarra. En este caso es el realismo mágico el escogido por el pedagogo de UPN.

El movimiento que dio fama a Gabriel García Márquez es aplicado con maestría para configurar un subgénero: la política mágica. La RAE la podría definir algún día como “aquel recurso político caracterizado por la introducción de elementos fantásticos en una narración realista”. Para que los objetivos buscados a través de la política mágica tengan efecto se necesitan además ciertos medios de comunicación que sean seguidores de este subgénero, y más allá de hacerse eco de declaraciones, también actúen como evangelizadores. Estos serían los propulsores de la política mágica.

“El PSOE en Navarra está traicionando a sus muertos” o “Nunca justificaría el asesinato de Otegi, Otegi el mío sí y el PSOE pacta con él” son declaraciones de Javier Esparza para intentar negar una realidad democrática, desacreditando la presencia de EH Bildu en la Mesa del Parlamento foral, y su posible abstención en la investidura de la socialista María Chivite como presidenta del Gobierno de Navarra. La política mágica presenta eventos pasados como novedades, y niega las propias contradicciones de su planteamiento aislándolas de cualquier ecuación.

Por ello da igual que EH Bildu, con sus diferentes marcas, haya estado en la Mesa del Parlamento de Navarra durante 24 años desde 1979. La política mágica convierte automáticamente este evento en una novedad execrable. Por ello, una abstención se convierte en un pacto cuando se repite hasta la extenuación. La política mágica tiene, además, la habilidad de enterrar hechos pasados de manera selectiva: donde queda la defensa que Javier Maroto hizo, cuando era alcalde del Partido Popular en Vitoria, de sus pactos con Bildu. Esa vez pactos en toda regla, no abstenciones. “Ojalá cundiese el ejemplo”, llegó a decir el popular.

Algunos de los que se llenaban la boca prometiendo la reinserción en el tablero democrático de aquellos que dieran la espalda al terrorismo niegan ahora los derechos del que era su entorno político. ¿Hasta cuándo negarán la normalidad que vive el ciudadano y seguirán narrando un escenario de conflicto perpetuo e irreal? Un escenario en el que la voluntad navarra por un gobierno de progreso se llega a tildar incluso de antidemocrático en algunos medios.