El 27 de septiembre, este próximo viernes, la ciudadanía de todo el mundo está llamada a una huelga en favor del clima, una movilización histórica para hacer frente a la emergencia climática y sus causas. Es urgente que nuestros gobernantes, a todos los niveles, sientan la urgencia del momento y la necesidad de acometer cambios estructurales. Ya no sirven medidas cosméticas, con mucho autobombo pero sin impacto sobre la realidad, sobre las emisiones de gases de efecto invernadero, por ejemplo.

Cómo no felicitarnos por el interés del Gobierno de Navarra por la materia, recibiendo y apoyando incluso a los convocantes de la huelga. Pero los hechos son tozudos: la Ley de Cambio Climático y Transición Energética, que ya estaba prevista y redactada en la legislatura anterior, llega tarde, muy tarde. Cada vez más partidos incluyen en sus discursos los retos del clima, la economía verde y el medio ambiente; se empiezan a leer teóricos apoyos a la socioecología, promesas de nuevos modelos de movilidad o la necesidad de empezar una verdadera transición energética. Señales positivas, sin duda, pero muy lejos de las medidas que se han tomado y se toman en otros países de la Unión Europea, con políticas estables y conformes a las directivas europeas en vigor para reducir los impactos sobre el planeta y cambiar nuestros hábitos de forma duradera.

Son ya demasiados años de discursos, ciertamente con avances en su contenido, pero discursos, y es el momento de los hechos, de tomar medidas concretas, consensuadas con los actores locales, y medibles. Y para ello no partimos de cero. Existen en nuestra comunidad movimientos ecologistas y entidades sociales que, desde hace muchos años, analizan, informan, alertan y solicitan un cambio de modelo.

Es importante entender que obrar por un entorno de mayor calidad y con menos huella de carbono no supone vivir peor, sino todo lo contrario: mejor salud, mejores inversiones, mantenimiento del clima que corresponde a nuestro territorio, nuevos empleos a través de la economía verde, etcétera. Y, para quien quiera verlos, existen ya suficientes estudios que lo validan, planes marco de la Unión Europea que marcan el camino a seguir? sí o sí.

Por eso, no se entiende que en este contexto, y con estos discursos, se mantenga la apuesta por un tren derrochador de energía y devorador de territorio cuando existen alternativas de tren social vertebrador de zonas urbanas y rurales. O no se entiende el apoyo a macroproyectos de hipermercados en el interior de las ciudades (proyecto de la Misericordia) con cientos de plazas de aparcamiento de rotación en vías destinadas a usos peatonales o semipeatonales como la vuelta del Castillo. Ni se entiende la reintroducción de aparcamientos en una avenida como Pío XII, sin ni siquiera atisbar que el camino sostenible pasa por la reducción del uso del coche y la apuesta por medios públicos y menos contaminantes. Y no se entiende que se mantengan en pie las centrales térmicas de Castejón, responsables de la mayor parte de las emisiones de CO2 que se producen en territorio navarro (aunque luego no computen como emisiones de Navarra a efectos estadísticos).

De la mano de gobiernos que asumen el discurso ecologista pero no lo practican, estos últimos años somos testigos de avances incuestionables en materias como agricultura ecológica, eficiencia energética o tratamiento de residuos y economía circular, pero el ritmo y el alcance no son suficientes. Hay que plantearse con urgencia cuestiones como la soberanía alimentaria, nuevas políticas del agua, consumo de kilómetro cero o una apuesta ambiciosa por el autoconsumo eléctrico con origen renovable. Los gobernantes deben proponer medidas y tomar decisiones frente a los retos de nuestra sociedad en economía, salud, educación, igualdad, gestión del territorio, cultura, convivencia... Y hay asuntos transversales a todo esto como la energía, la movilidad y el transporte, la gestión del agua y la preservación del clima (si el clima cambia, la economía cambia y nuestros modos de vida también).

Necesitamos seguir confiando en que los y las políticos/as asuman sus responsabilidades, porque nos jugamos mucho en el envite. Pero, visto lo visto, está claro que les hace falta un buen empujón de la ciudadanía; y el 27 de septiembre, con la huelga por el clima, se lo vamos a dar. En nuestra mano está.