¿Quién se mojaba antes de ir a los toros esperando lo que iba a suceder? Siete de Julio, locura y fiesta en el primer día de Feria, y a pesar del jolgorio, la tarde ha sido más bien aburrida. Y extrañados todos aún más viendo la carrera matinal que albergaba la idea de que podíamos ver, al menos, movimiento en manos capaces. Y los toros, todos muy largos, con hechuras de libro para lo exigido en nuestro coso, se han quedado más o menos en un poco de toreo que pasamos a desgranar.
No es fácil tener los toros preparados con tal fenotipo. Pero la gente, el que sabe algo y el que no, que aquí son legión, espera que el pequeño oasis que sucede cada tarde sea porque algo sea desechable, y no que lo único reseñable de los morlacos sea lo mínimo a contar. Diestros hechos que toman manos firmes, pero momentos por contra de descontrol y pesadez. El toro campea y hay que pararlo. Como bien ha hecho Perera. Un Miguel Ángel que alarga demasiado las faenas y que nos ha dejado su gran poder en esto del toreo. Seguro que el ganadero agradecerá su labor y hacer pensar al pagano que tampoco ha sido tan malo lo visto en sus manos. Y seguro que ha sido el peor lote de la tarde. Había que estar muy firme con un cuarto, de reata a reseñar, pero que ha sido lo peor junto a su anterior pariente.
Y el primero ha subido de nota en sus manos, aunque insiste en dejárselos crudos en varas. Luque firme en un difícil sexto, por manso pregonado que buscaba la salida hacia la finca, pero que con su hacer ha ido aprendiendo y sacando adelante buenas cosas. El tercero, castaño de preciosa lámina, tampoco llevaba material dentro. Y del Tala, matador con lo más potable de la tarde, decir que no me ha gustado. Sí su gente en la labor de los palitroques en su segundo. El único tercio decente de toda la tarde, donde Álvaro Montes a la lidia ha sujetado y colocado a un aprobado ejemplar a los pies de sus compañeros pareadores que cumplen con nota.
Es pena empezar la feria dando el premio a la mejor ganadería del pasado ciclo, disfrutando de unos bichos que han asustado al más pintado que los ha visto en los cristales del Gas, sabedor como era que la camada venía abierta, es decir, seis toros de seis sementales contrastados diferentes, y no poder dar una gran nota a ninguno. Al menos ha llovido algo, ha movido al personal que ha celebrado al santo entre viandas ricas y bebidas, pero que nos ha dejado a los de la palomera con poco que contar, y más bien aburridos. Las apuestas no se han cumplido al alza, y una vez más demasiada expectación para tan mínima enseñanza. Y no olvidar tampoco la labor de El Lili en la lidia del segundo. Detalles que siempre hay que saber mirar y ver, pero que el profano pierde por el camino. El año que viene será, esperemos, para una casa llena de triunfos en estas fiestas. Pero que hoy no han dicho lo que deseábamos ni creíamos que iba a suceder.