“¡Fuera de aquí! ¡Y si no le gusta este centro, búsquese otro para su hijo!”. Estas fueron las palabras textuales que me soltó de repente la jefa de estudios del instituto Navarro Villoslada, doña Mª del Mar. Palabras que me dijo con tono alto y prepotente señalando la puerta de salida con su mano y dando con ello por concluida la reunión.

Me sentí muy mal en ese momento y varios días después sigo preguntándome qué clase de profesionales y con qué derecho pudo permitirse decirme semejante insolencia y hacerme tanto daño a mí, como madre, que fui simplemente a intentar solucionar de la mejor manera posible el pequeño problema pendiente, queriendo escuchar, dialogar y colaborar, cosas que siempre he hecho y me ha funcionado con los profesionales de enseñanza como con mis hijos y donde haya necesidad de ello.

Esto sucedió el pasado viernes día 18 de octubre a las 11.50 en presencia del jefe de estudios, señor Josete, que era la persona con quien tenía que hablar acerca de unos auriculares que le confiscó a mi hijo en el pasillo del centro tres días antes por llevarlos colgando fuera de la sudadera (en ningún momento escuchando).

Al comienzo de dicha reunión, a las 11.30 exactamente, ese mismo día, llegué con mi hijo al despacho del jefe de Estudios, señor Josete, quien primero me contó que se los quitó en el pasillo del centro y no se los iba a devolver hasta pasado un mes. Mi hijo le preguntó cómo a otros alumnos les devuelven cuando los padres acuden al instituto y por qué a él no. A esto respondió el jefe de Estudios: “¡Porque lo digo yo y aquí soy la máxima autoridad!”, repitiendo dicha frase en sucesivas ocasiones. Y siguió diciendo: “Como tal se va a cumplir el plazo que te dije y no te devolveré los auriculares hasta el 15 de noviembre”.

Mi hijo, sintiéndose ofendido, enojado y conteniendo las lágrimas, siguió preguntando el motivo de dicha discriminación, sin recibir en ningún momento explicación objetiva y satisfactoria que no fuera otra que las antedichas de que “era la máxima autoridad...”. Mi hijo insistía en la devolución de los auriculares como se hace con todos los demás, a lo cual el jefe de Estudios respondió: “Si quieres te los devuelvo... pero te expulso una semana del centro”.

Percatándome de que la situación se ponía cada vez más tensa, le pedí a mi hijo que saliera del despacho. Éste se negó respondiendo: “No sin mis auriculares”. Ante esto, se rieron los dos jefes de Estudios allí presentes, diciendo uno de ellos al otro: “¡El niño manda!, a lo que le responde el otro: “Sí, sí, ya veo que manda”.

Aquellos comentarios hirientes, con semejantes risas e ironía, fueron lo que me hicieron aprovechar para decirle a mi hijo en árabe: “O sales de aquí o será que tienen razón y tú mandas”. Seguidamente salió, a pesar de que se le veía sentirse muy mal. A continuación el jefe de Estudios dice con voz alta y prepotente: “Ahora yo me siento agredido”, repitiendo esta frase dos veces, como queriendo hacerse él la víctima. Con el fin de apaciguar la situación, se me ocurrió decirles a los dos jefes: “Les voy a pedir un pequeño favor. Sólo por unos instantes les pido que se pongan en la piel de un adolescente de 16 años, a quien se le aplica una medida diferente a lo que se vienen aplicando habitualmente a otros alumnos en la misma situación y cómo se sentirían ustedes”. No sé cómo interpretó dicha frase pues la respuesta de la jefa de Estudios a esta petición fue la antedicha frase “¡Fuera de aquí! ¡Y si no le gusta este centro, búsquese otro para su hijo!”.

Ahora me pregunto a cuánta gente (padre y/o alumnos) han tratado de la misma manera o solamente a mí por musulmana...