No, no me refiero a "pin pan pun", como los pistoleros del Oeste (aunque hoy en día vivimos en un mundo en el que algunos presidentes de gobiernos sí que parecen cumplir ese rol). Tampoco me refiero a Peter Pan, el protagonista del inolvidable cuento de Disney del niño que no desea crecer. Bueno, quizás ese asunto merecería un pequeño inciso. Es cierto que hoy en día hay personas que no desean crecer. Ya lo comentaba Joaquín Sabina, cuando decía que la adolescencia duraba hasta los 50 años. Su afirmación, aparentemente simpática, ha adquirido todo el sentido: basta dar una vuelta un sábado a la tarde por Pamplona. Los tardeos se han puesto de moda; existe una gran competencia entre locales que propician conciertos de música en vivo o escuchar las canciones de Los Pecos y Parchís (solo falta Casimiro para cerrar el bar).

Tiene todo el sentido económico: ahí está el dinero. Las generaciones más jóvenes se han acostumbrado a sus bajeras, y aunque tienen sus salidas, es otra cultura. De hecho, en algunos casos la bajera es la primera casa, siendo su piso de residencia el segundo. En caso de duda, preguntar a los padres por el número de horas de vigilia que pasan sus hijos en su piso y el que pasan en la bajera.

Todavía hay más. Se ha demostrado que existe una edad biológica y otra cronológica; la primera se puede calcular (los avances científicos están en ello), para la segunda, basta consultar nuestro DNI. Hace varios meses, un holandés pidió a un tribunal que le rebajasen la edad en su documento nacional de identidad, ya que no coincidía con su edad biológica y eso le generaba problemas para ligar en las redes sociales. La consulta fue desestimada.

Pasamos de Peter Pan a los trozos de pan. Aquellos que nos ofrecen en los restaurantes cuando vamos a comer a cenar: cada vez en más sitios, se cobra. Como opinión personal, no me parece ético. Se puede expresar con una anécdota. Una vez, en una de estas comidas, nos cobraron el pan. No lo pude evitar y se lo comenté a la camarera: "el menú es excelente; pero este cobro hace que el cliente salga con mal sabor de boca. Lo que podéis hacer es subir el precio del menú un euro y no cobrar el pan". En este caso, la consulta fue estimada y no nos cobraron. Desde entonces, en restaurantes que desconozco pregunto muchas veces si nos van a cobrar el pan. No puedo evitar el análisis económico. Ganancia, disfrutar del pan. Pérdida, nos da la sensación de quedar más llenos, aumenta las calorías y encima nos cobran. Conclusión, no se come pan.

¿Cuál es la enseñanza oculta de esta historia? Por un lado, muchas veces es un juego. El comensal no desea quedar como alguien egoísta: total, por un poco más. El restaurante desea más beneficio, pero también se arriesga a quedar como miserable. Bueno, son las cosas de los intercambios económicos. Por otro lado, nos podemos hacer una pregunta pertinente. ¿Cuántos pedazos de pan nos cobran o nos meten en nuestra vida cotidiana? A montones. Muchos. Muchísimos.

En muchas compras, nos dan un precio base y después nos meten el pan por todos lados. Por ejemplo, al comprar un coche o realizar un viaje. Aparentemente es barato, pero después van aumentando los accesorios. Ahí es donde están los problemas: nuestro presupuesto puede ser sobrepasado. Un caso extremo: al comprar un billete de avión de bajo coste, enseguida comenzaban a subir y subir los precios. Posibilidad de elegir asiento, pago adicional en caso de llevar equipaje, otro pago para poder cubrir un imprevisto? al final, no se compra el viaje y punto.

Muchos ciudadanos perciben la gran cantidad de ministerios y altos cargos del nuevo gobierno capitaneado por Sánchez como el pan a pagar para cubrir puestos. Cuando compramos un viaje todo incluido, muchas cosas no están incluidas, empezando por el IVA. Es prioritario preguntar esta cuestión al hacer cualquier tipo de transacción económica. Más aún, puede que se deba pagar un impuesto: ¿quién se hace cargo? Como comprobamos, se encuentran panes por todos lados. No dejan de multiplicarse.

En el recientemente confirmado brexit hubo muchos aspectos que se ocultaron a los ciudadanos. A menudo, muchos partidos prometen políticas que luego no se cumplen. Un caso sencillo: un gasto adicional acompañada de una subida impositiva que es solo para los más ricos pero que repercute, demasiadas veces, en las clases medias. Otras veces, unos amigos nos prometen un plan maravilloso pero siempre hay algún pan suelto: hay que llevar el coche, ir a un concierto que no nos gusta o volver más tarde de lo deseado.

Sí, el pan está muy bueno.

Pero conviene saber su precio.

Autor de 'Ideas de Economía de la Conducta' (Behavior & Law Ediciones)