l problema de los cuidados a las cuidadoras es recurrente, como el de la vivienda y como otros muchos que no se resuelven y que afloran con toda su crudeza en tiempos de crisis.

Se dictan órdenes de obligado cumplimiento: como si el problema del coronavirus fuera solo sanitario y afectara por igual a toda la población (excepto personas mayores afectadas por otras dolencias), como si las medidas restrictivas de la actividad diaria afectaran en la misma medida a pobres y ricos; a mujeres y hombres; gente con vivienda y gente sin ella; viviendas habitables y menos habitables, con hacinamiento o sin él; viviendas con problemas sociales y sanitarios en el núcleo familiar o sin ellos. Es decir, una serie de variables que pueden complicar mucho el cumplimiento de las órdenes y, sobre todo, pueden causar graves daños sociales. Se recurre a la vivienda como el principal recurso de reclusión, cuando las viviendas en muchos casos no reúnen condiciones ni de habitabilidad, ni sociales. La falta de vivienda pública, la escasa rehabilitación de viviendas viejas, las barreras arquitectónicas, el hacinamiento, los malos usos y costumbres de sus habitantes, la falta de educación, la pobreza en general, y la energética en consecuencia, maltrato familiar, violencia de género... es algo que habría que haber previsto mucho antes de que llegara el virus. Esto no se puede resolver de golpe, con unas medidas drásticas, pero es tan dañino o más que el virus.

Sin embargo, existe otro grave problema que no es nuevo, pero se invisibiliza y se pospone su solución una y otra vez. Es el del cuidado de las cuidadoras, y que puede tener un apaño más inmediato. Ese es un colectivo de alto riesgo no de contraer el coronavirus, pero sí de sufrir las consecuencias colaterales del internamiento forzoso. Afecta principalmente a mujeres pobres tanto cuidadoras como cuidadas. Las personas de más de 80 años son más mujeres que hombres, viven solas y tienen pensiones bajas, muchas veces de viudedad, aunque hayan trabajado toda su vida en tema de cuidados por cuenta propia (no remunerados) o por cuenta ajena en servicio doméstico, etcétera, que muchas veces no les llega ni para pagar a sus propias cuidadoras.

Las personas cuidadoras son también principalmente mujeres migrantes, de muy bajo poder adquisitivo, que muchas veces están internas para no pagar vivienda y enviar todo el sueldo a sus familias, que quedaron en su país de origen, cuando ellas salieron en busca de una vida mejor.

Las internas normalmente libran los fines de semana y se van a una habitación que tienen alquilada en otra casa. Entre semana tienen libre dos horas cada día para salir de la casa. ¿Qué hacen estas mujeres en la situación actual si no pueden salir a pasear, a respirar aire fresco, a hacer alguna actividad de ocio y tiempo libre, a estar con las amigas, a relajarse y olvidarse por un rato de la dura situación en la que viven el resto del día? ¿Ir a su habitación, de la que tampoco pueden salir y que normalmente es peor de la que disfrutan en la casa en la que trabajan? Tampoco pueden sacar a pasear a la persona que cuidan, ni puede salir el familiar/ cuidador que también convive con ellas.

Es una situación insostenible a corto y medio plazo. Es urgente arbitrar unos espacios donde haya actividades de ejercicio físico, relajación y ocio con profesionales, donde pueda acudir gratuitamente el personal cuidador. Mantener en buenas condiciones al personal cuidador es cuestión de respeto y dignidad y nos beneficia a todas y todos individualmente y a la sociedad que llamamos del Bienestar. '

Se recurre a la vivienda como principal recurso de reclusión, cuando en muchos casos no reúnen condiciones ni de habitabilidad ni sociales

Urge arbitrar espacios donde haya actividades de ejercicio físico, relajación y ocio donde pueda acudir gratis el personal cuidador