Pues sí, Adolfo. Así rezaba el epitafio de tu esquela: Como el roble montañés y el vino de la Ribera, vibra en ti Navarra entera, en donde quiera que estés.Todavía no me lo creo, Adolfo. No me hago a la idea de que ya no estés entre nosotros/as. Ya no te veré tomando un pote en el Peruggia, en el Luis, en el Trápala... Las risas que hemos compartido en tantos momentos no se me olvidarán nunca. Esos partidos de gordos contra flacos en Mª Ana Sanz, aquella gallina con arroz que comimos un día de calor en el Peruggia, creo que celebrando un ascenso de Osasuna o una permanencia... ¿Te acuerdas de aquel partido contra el Oviedo en el que vimos no sé cuántos penaltis a favor de Osasuna junto a tus dos hermanos? Seguro que no se te olvida cuando nos encontrábamos en la Estafeta tomando un pote en la ventanica junto a tus hermanos Javier y Pedro. ¡Qué tiempos aquellos!Tus vecinos de Falces tampoco te olvidarán. La vida no es justa, amigo Adolfo. Como no me pude despedir de ti lo hago mediante estas líneas. Como trabajé mucho años en Correos te haré llegar esta carta en donde quiera que estés.Agur Adolfo! Agur amigo!