En un lugar de Navarra, cuyo nombre quiero gritar a los cuatro vientos, Lesaka, hace mucho tiempo que viven unos barrios, Auzo Berri (antes conocido como Endara), Nabaz, Zala... Señor Cervantes, me he apropiado de sus palabras para explicar nuestro caso y así procederé. Aquí no hay hidalgos con lanza en astillero y adarga antigua, pero sí hay rocines, corredores, futbolistas, electricistas, apicultores, ganaderos, jubilados, mecánicos… gente que no es ni más ni menos importante que reyes, empresarios, políticos… Gente, solo gente. Personas que han sido ignoradas y ninguneadas. Auzotarras que hemos decidido vivir aquí, algunos por nacimiento, otros por amor, otros por convicción, somos unos cuantos y queremos que nuestros hijas/os, nietas/os… vivan aquí en nuestros barrios.Se acciona un botón y todos perdemos el nordex, norte, perdón. Así llegaron los gigantes. Por desgracia, señor Cervantes, nuestros gigantes son reales. Son tan gigantes que miden casi 200 metros y son tan reales que ya están en papel. Nuestras armas se reducen al ingenio (anda, mire cómo el ingenioso hidalgo Don Quijote) y a las palabras. La verdad es que nos sentimos más como Sancho/a Panza que como don/ña Quijote/a (aquí luchamos todos/as por igual). Lo bueno de sentirse Sancho es que en Navarra tenemos unos Sanchos de referencia, el Sabio y el Fuerte. Usted, señor Cervantes, no los conoció. Le oriento con unas pinceladas, Sancho VI el Sabio fue el primer rey de Navarra (los anteriores eran de Pamplona), que, como los monarcas de la época, se dedicó a conquistar y perder tierras y a tener descendencia con su esposa Sancha. Su hijo más conocido es Sancho VII el Fuerte, “Antso Azkarra”, conocido por la batalla de Navas de Tolosa y las cadenas del escudo. Firmó tratados en favor de Juan Sin Tierra, sin tierra, igual que nos quedaremos nosotros si los gigantes llegan.Hablando de Tierra, señor Cervantes, me he acordado de la épica respuesta que le dio el indio Seattle de la tribu Suwamish cuando el presidente de los Estados Unidos, Franklin Pierce, le hizo una oferta por sus tierras, le relataré un párrafo: “lo sabemos, la tierra no pertenece al ser humano, sino que el ser humano pertenece a la tierra. El ser humano no ha tejido la red de la vida: es solo una hebra en ella. Todo lo que haga a la red se lo hará a sí mismo. Lo que ocurre a la tierra ocurrirá a los hijos/as de la Tierra”.Señor Cervantes, aquí no somos Emiliano Zapata, ni queremos la revolución. Lo que sí queremos es vivir en estas tierras que habitamos, que no son nuestras, pero suyas menos. Y me vuelvo a apoderar de sus palabras, Señor Cervantes. Vale.