ulio está pleno de efemérides. La independencia de Estados Unidos de América, primera república del mundo moderno con una Constitución cuyo proemio es: Nosotros, el pueblo... o sea, el Común. Habla de la felicidad como bien inmediato. Le siguen en años y días diferentes, pero en el mismo mes, la conformación en repúblicas de Argentina, Colombia, Uruguay y Venezuela, tras guerras con el imperio español, Estados Unidos con el inglés, duraron años. La convulsión social desconfiguró el viejo orden de vida, originando en América Latina el Caudillismo ilustrado y en Estados Unidos una sangrienta guerra civil a finales del S.XIX, pero en unas y otra, en su cimbreante devenir histórico, alienta el deseo de que los beneficios de la Libertad, Igualdad y Fraternidad alcancen al grupo social que conforma la nación. Al Común.

En julio fue la toma de la Bastilla en Francia, impresora de estos ideales. Un pueblo agobiado por el desafuero de una parte de la sociedad que retenía privilegios gracias a impuestos, se lanza en acción violenta para eliminarlos, pero dictando para la Humanidad la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, 1789, ampliado el concepto por Olympe Gouges, 1791, con su Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana. Siguió la muerte del último Capeto en la guillotina: el Común se acercó al cadalso para ver si su sangre era tan azul como sus prebendas. Y no lo era.

En Ekaterimbugo, en julio, se realizó la matanza de la familia Romanov. Se sepultaron sus cuerpos, pero muchos quisieron leer en ellos alguna señal de excepcionalidad que excusara sus prebendas. Solo encontraron en las caras de los muertos la mueca del horror ante su final, igual a la de los deportados de Siberia. Del Común.

En este julio hemos conocido de forma oficial la vergonzante actividad del anterior jefe de Estado español. Debido a las condiciones de 1978 y al temor a un golpe de estado, acaecido en 1981, se redactó un texto constitucional que trató de armonizar los enconos derivados de un estado militar que machacó ideas y demoró conflictos. Se restauró, acorde al deseo del dictador, que todo lo dejó bien atado, una jefatura de estado monárquica en la persona del último Borbón, Juan Carlos, con lo cual se rompió la ley monárquica de trasmisión de la corona de padre a hijo.

Hay otras historia atrás: en abril de 1931, tras dos dictaduras amparadas por Afonso XIII, su abuelo, ganó en las urnas del Estad español la voluntad de instaurar una 2ª República. Antes de la caída del sol debía partir Alfonso, según apremió Ortega y Gasset. Corrió el rey, abandonando mujer e hijos en Madrid. No se atentó contra ellos como se presumió, y se les dio vía libre para salir por tren a Francia. Analizando, peor se portó el rey que el Común.

Y en julio se dio el golpe de estado a la República, se ensayó un bombardeo en una población civil, Otxandio, y se presentó Juan de Borbón en el Hotel La Perla, Iruña, a las órdenes del genocida Mola, que lo rechazó. Juan estaba dispuesto a operar contra el Común.

Me asombra que hoy, con semejante crisis económica y sanitaria generada por la pandemia, se hable de cuál debe ser el destino real de este individuo. Con el caudal acumulado del dolo a los impuestos ciudadanos, podrá ir donde quiera, él y los suyos, aunque antes debiera reintegrar a las arcas públicas el tesoro robado. Del Común.

Vivimos tiempos en que en mayoría creemos en la paz, en pactos, consultas populares y transparencia en las gestiones públicas porque cada quien tiene derecho a saber qué tanto de menos tiene en su cuenta debido a los impuestos, y en el de las entidades sociales que le asisten, hospitales, residencias, escuelas... mermados por la codicia del rey corrupto y por el boato de una familia cuya sangre es tan colorada como la nuestra. Y a la que el Común no ha votado.

Este julio recordamos la conquista de Navarra por el duque de Alba, 1512, y la rendición del castillo de Amaiur, 1522, donde Nabarra pierde, tras diez años de lucha, su independencia, prenda de alto valor según el Paloteado de Monteagudo. Se difumina en la penumbra de la Historia la frase que precedía a la coronación de sus reyes en la Catedral de Iruña y que cito libremente: Nosotros, que todos juntos valemos más que vos y cada uno de nosotros tanto como vos, con una legislación envidiable en cuanto a la limitación del poder real y su ejercicio en tiempos europeos en que la monarquía era única salida política posible.

Como también conmemoramos en julio el Día del Libro, ese bien humano que abrió paso a la Historia y que, con su difusión popular tras la imprenta, hizo que la Humanidad tomase conciencia de su valer, me retiro en silencio a mi huerto, a releer bajo la sombra de mi roble, cuya semilla trajimos de Gernika hace 41 años, a nuestro Arturo Campion y su Genio de Nabarra. Y voy recordando, mientras ojeo las viejas páginas -me las revuelve el viento de la Historia de mi pueblo-, la frase de la Rebelión de la Sal: Antes que señores tuvo sus costumbres y leyes Bizkaia...

La autora es bibliotecaria y escritora