n la reunión de la Comisión Permanente del Consejo de Administración celebrada el día 8 de noviembre de 1921 se encarga al subdirector interino, Ramón Bajo que “confeccione el programa de oposiciones para empleados de la Caja”. El día 2 de diciembre de 1921 se publica la convocatoria en el Boletín Oficial. El 31 de enero de 1922, en la reunión de la Comisión Permanente de ese día “se establece minuciosamente el sistema que regirá las oposiciones estableciendo estrictamente el secreto para el tribunal de la personalidad de los examinados y se nombra el tribunal: subdirector Caja, contador de la Diputación y contador Caja”.

En el Acta del Consejo de Administración celebrado el 18 de febrero de 1922 se puede leer: “oposiciones a empleados. Se presentan 63 aspirantes de los cuales tras clasificar los tres ejercicios las primeras cinco plazas se adjudican a don Aurelio Biurrun, señorita Mª Ester Iriarte, don Corpus Sesma, don Teófilo Juanco y don Salvador Goñi. Para la sexta plaza están empatados con 26 puntos don José Martínez de Goñi y don Fernando Tirado, acordando el consejo adjudicar la plaza al 1º dada su condición de navarro frente al 2º que no lo es”.

En el Acta de la reunión de la Comisión Permanente del Consejo celebrada el día 24 de febrero de 1922 leemos: “2.000 pesetas anuales a los que han ganado las oposiciones a empleados”.

No habían pasado ni seis meses desde la fundación de Can. Podemos ver aquí cuatro cosas interesantes: 1ª, la celeridad entre las decisiones y su ejecución; 2ª, la presencia femenina en labores de mayor rango que las de las señoritas escribientes; 3ª, la forma de resolución del empate; y 4ª, el hecho de que por 2.000 pesetas anuales se luchaba de lo lindo (más de 10 aspirantes por plaza), lo cual quiere decir que el sueldo de ese empleado/a era suficiente para mantener dignamente a una familia, se trataba de un “empleo decente”.

Hoy en día los estudios acerca de la productividad nos dicen que los empleos estables, de calidad y bien remunerados producen mucho más que los empleos precarios donde el mal sueldo y la inestabilidad desincentivan a las personas. Como ejemplos de ello tenemos la meteórica propulsión de la propia Caja de Ahorros de Navarra o, más recientemente, los resultados obtenidos por Finlandia en todo su sistema educativo tras optar por unos docentes mejor preparados, más estables y con sueldos de alto nivel.

Dichos seis empleados se incorporaron a la Caja el 20 de septiembre de 1922, justo cuatro días antes de la inauguración de la primera oficina propia (hasta entonces se habían ubicado, provisionalmente, en los bajos del Palacio de la Excelentísima Diputación).

Los consejeros en el Consejo del 14 de marzo de 1922: “Acuerdan enviar a cada uno de los tres miembros del tribunal de oposiciones en agradecimiento a su labor no retribuida una caja de cigarros a cada uno”. Quizás fuera la cigarrera de vidrio H. UPMANN que mi abuela me regaló.

En la Comisión Permanente del Consejo de Administración del 4 de agosto de 1922 (todavía no hacía un año desde la fundación) se confecciona “el proyecto de concurso oposición para plaza de Oficial de Secretaría de 20 a 40 años, con conocimientos jurídicos y mercantiles, redacción, conferencia de 40’ acerca del ahorro y el retiro obrero…”.

El Consejo de Administración del día 15 de noviembre de 1922 acuerda: “Ante el aumento de trabajo se emplea al opositor empatado, señor Tirado con un sueldo de 2.000 pesetas”.

La Comisión Permanente del 23 de mayo de 1924 acuerda: “Comunicar al contador señor S. Miguel el desagrado de la Comisión por la apertura por su parte de una academia para preparar opositores a la Caja, máxime cuando antes había sido miembro del Tribunal de las anteriores. Por lo que acuerda prohibir con carácter general a todos los empleados la apertura academias ni lecciones para el ingreso en ella. El señor San Miguel presentó después un escrito pidiendo la rectificación de la prohibición y la Comisión en su reunión del día 30 de mayo de 1922 se ratificó en su prohibición. Está claro que no se andaban con chiquitas en eso del tráfico de influencias.

El autor es promotor de la refundación de Can, notario jubilado y nieto del director gerente de Can desde 1921 a 1950