ese a que nos hallamos en un nuevo tiempo político, (con perdón del coronavirus) marcado por el distanciamiento temporal con el fenómeno terrorista, Navarra Suma pretende situarnos en un punto fijo perpetuamente, como si nada fuese capaz de restañar las heridas causadas por la confrontación política violenta. Si eso fuese así, la sociedad no podría avanzar ni alcanzar un desarrollo normal y, por tanto, no podríamos superar las situaciones complejas nacidas de las injusticias y de las carencias de épocas pasadas. Nos veríamos así privados de la enseñanza correspondiente, que nos hace mejores y nos permite progresar. Decía el gran escritor alemán Herman Hesse (1877-1962) que cuando se interioriza una idea mejor, subimos a otra dimensión y ya no podemos descender al plano anterior. De este modo, ahora que hemos saboreado una convivencia en paz que nunca habíamos conocido, no podemos anclarnos a un pasado traumático. Lo único que cabe es realizar un relato coherente sobre lo que ha significado la violencia terrorista, pero inevitablemente, y es positivo que sea así, cada uno aportará su propia visión, algunas veces, como sucede en arte, con una perspectiva original y unipersonal, otras veces serán los colectivos (por ejemplo, las diversas asociaciones de víctimas) los que aporten su versión de los hechos y, cómo no, cada partido político, cada sindicato de trabajadores y cada corporación profesional y empresarial defenderá y comunicará su propia percepción. Quedarnos en el pasado sin querer superar los traumas originados por la violencia sería insano para todos, como lo es para los que pretenden resucitar al espectro de la bestia de la violencia política cada vez que profieren su discurso contra un gobierno legítimo. Puede que resulte doloroso escucharlo, pero muchas veces parece demagógico el tono grandilocuente con el que se echan en cara asesinatos perpetrados hace varias décadas. A estas alturas pasar página se manifiesta ya como una necesidad, tanto más cuanto que todos y todas sufrimos en su día la socialización del dolor (ponencia oldartzen).

Ninguna fuerza política tiene obligatoriamente que renunciar a su bagaje y programa políticos. Esto no sería justo ni para Navarra Suma, ni para EH Bildu, ni para ningún otro partido. No es de recibo que se pretenda resarcir a las víctimas del terrorismo con la ilegalización de la izquierda abertzale y de todo el independentismo. Buscar el perdón y la reconciliación no implica darle la razón al adversario, ni supone una justificación de sus crímenes, porque sobre todo es reparador y sanador para quien lo practica, ya que así se deja atrás el dolor del rencor y se renace a una existencia equilibrada. La reparación que la Izquierda Abertzale debe a las víctimas del terrorismo de ETA y a toda la sociedad no tiene por qué implicar una renuncia a sus objetivos políticos, sino que tendría que basarse en el reconocimiento explícito de la inmoralidad del uso de la violencia para alcanzarlos y en una petición sincera de perdón por el daño infligido, camino en el que ya se ha avanzado un buen trecho. A falta de un discurso con contenidos, Navarra Suma intenta aprovechar políticamente el rechazo de la mayoría de la sociedad a la violencia de ETA, una organización terrorista que cometió su último atentado hace ya una década y más de dos años desde que se disolvió. Los homenajes a etarras no están bien, sin duda, pero también otros colectivos se han tenido que tragar el sapo de condecoraciones otorgadas a torturadores confesos, de indultos a responsables del terrorismo de Estado y de la impunidad de muchos de los asesinatos de la extrema derecha y parapoliciales. Otra cosa es que se quiera imponer un proyecto político determinado, como por ejemplo la salida del nacionalismo del Gobierno vasco o la gobernanza perpetua de UPN en Navarra y no se tengan mejores argumentos para conseguirlo que apelar al dolor de las víctimas, las propias claro.

El autor es escritor

Ahora que hemos saboreado una convivencia en paz que nunca habíamos conocido, no podemos anclarnos a un pasado traumático

Buscar el perdón y la reconciliación no implica darle la razón al adversario, ni supone una justificación de sus crímenes