Memorizar vivencias puede producir histeria, que afectan lógicamente solo a los que vivían para poderlo contar hoy. Recordar que un piso de 80 m2 podía costar 300.000 pesetas, o sea, 1.803,04 euros, le excita a uno. Recordar que los Bancos y cajas de ahorro te abonaban un interés, sobre lo que tenías en cuenta corriente cuando hoy son capaces de cobrarte por guardarte tu dinero, le excita a uno. Recordar que ciertos monopolios, administrados por el Gobierno, controlaban los precios, y hoy es un desmadre, por ejemplo el precio de los carburantes, le excita a uno. Recordar que un día surgió un impuesto, con el atractivo nombre de tráfico de empresas, que era, creo recordar, el 0,15% y que hoy sea de un 21% llamado IVA y a mayor inri lo quieren aumentar, le excita a uno. Recordar que un menú, de aquella inolvidable cocina tradicional, consistente en sopa de pescado, langosta y solomillo, con una buena tarta y mejor vino, podía costar 150 pesetas, o sea, 0,90 euros, le excita a uno. Recordar que no existían las grandes superficies comerciales, ni las multinacionales, que son la causa primordial de haberse cargado el reparto de la riqueza, y consecuentemente de habernos llevado a la actual situación, le excita a uno. Se dice que recordar es volver a vivir, pero solamente lo bueno. Hemos de vivir el presente, y vivir con serenidad, y cuando vayamos a explotar, contar antes hasta diez, si bien y ante la actual situación se nos están acabando los números.