ste momento que nos está tocando vivir se ha vuelto complejo y se está tornando en inquietante desde la incertidumbre y la soledad. Complejo porque nos está costando mucho manejar los tiempos, las paradas, las vueltas, no sabemos cómo afrontar semejante situación. Si pensamos en la salud, en salvar vidas, se nos cae la economía y corremos el riesgo de empobrecernos; si tomamos medidas de apertura para salvar la economía, entramos al poco tiempo en peligro y en emergencia sanitaria. No es fácil, es tremendamente complejo. Y esto nos lleva a una incertidumbre total que nos acaba inquietando, una inquietud temerosa, y ese miedo nos relega al confinamiento voluntario y éste a la soledad. Hemos reducido de tal manera nuestra vida social que lo que antes era nuestro refugio (el hogar) ante tanta sociabilidad, ahora empieza a ser nuestra prisión donde nos encerrarnos para protegernos de los demás.

Manuel Iris, poeta mejicano, en su artículo La guardia del silencio hace una magnífica descripción de lo que son los poetas actuales (vale para cualquier artista): "Nacidos luego de la caída de las utopías, del fracaso de las revoluciones, los poetas actuales descreen de todo partido o posición política organizada. No se proponen como guías ni salvadores: saben que no están al frente ni por encima de nadie, y dudan sistemáticamente de sí mismos. No pretenden guiar: acompañan y son acompañados. La duda y la intuición, y no la afirmación categórica, son el origen de su escritura. Su trabajo crea lentitudes, espacios para poder, en medio de tanto ruido e información indistinguible, vislumbrar lo eterno". Los/as poetas actuales "dudan sistemáticamente de sí mismos", éste es el reflejo de estos tiempos. Pero esta duda permanente es lo que nos lleva, en primer lugar, a bajarnos de todo pedestal y a humanizar el arte, el artista es una simple persona más. Y en segundo lugar esa duda, ese no saber, ese reconocer el error como parte creativa, es lo que nos ayuda a avanzar, a evolucionar. Si algo nos salvará de esta desasosegada situación es la duda y la inquietud de algún buen científico/a con empatía.

Todo esto se escribe y se dice muy fácil, pero ¿cómo nos manejamos en una sociedad de la duda, de la incertidumbre, de la falta de certezas, de no saber a qué agarrarte y de no saber si lo haces bien o mal? Hasta ahora se nos decía que lo importante era creer en uno/a mismo/a, en tener confianza en lo que haces, en automotivarse continuamente, y se nos recalcaba que el triunfo llegaría. Pero en tiempos de dudas, de caos, creer en lo que uno hace es difícil, porque si tú mismo ya dudas y lo que haces lo sacas a la luz con el temblor que nos azota, por muy fuerte que cojas al toro por los cuernos no tienes tú solo la fuerza suficiente para pararlo. ¿Qué debemos hacer entonces, qué no se nos dice, qué no se nos recuerda? Jesús Ferrero, en su excelente libro La posesión de la vida nos invita a amarnos, a llevarnos bien con nosotros mismos, a soportarnos. Nos recuerda que "como no sepas salvarte a ti mismo, difícilmente vas a poder cooperar en la salvación de los otros. Como no sepas vivir, difícilmente vas a ayudar a vivir a los demás".

Estamos de acuerdo que todo empieza y finaliza en uno mismo, somos fruto del nacimiento y pasto tras la muerte. Pero en ese intermedio que es la vida, somos ante todo seres sociales y sociables, necesitamos a los demás para crecer, para fortalecernos, para ser mejores personas, mejores artistas. Y si cada acción se inicia con la voluntad propia de llevarla a cabo, esa obra no se consolida, no fructifica si no es con la aprobación de los demás. Tan importante como el creer en nosotros mismos, es el que nos apoyen, nos aprueben nuestras creaciones, nuestros actos, y que nos lo digan. Sí, hay que acostumbrarse a decirle a los demás lo bien que lo hacen cuando así nos lo parece, es fundamental. Nadie crece si no se le abona, y el abono de las personas es el aplauso, el me gusta, el abrazo, el comentario amable, la crítica constructiva, el agradecimiento por lo que se ha sido capaz de hacer, de decir, de acompañar, de apoyar€ No hay mayor recompensa que el reconocimiento del esfuerzo, aunque se equivoque, aunque se yerre, aunque se fracase, el mero hecho de intentarlo y de esforzarse por hacerlo es digno de todo elogio.

Termino con una maravillosa cita de Simon Leys de su libro Breviario de saberes inútiles, que resume lo dicho: "el hombre de éxito se adapta al mundo. El perdedor insiste en intentar adaptar el mundo a él. Así que todo progreso depende del perdedor".