o pretendo ser políticamente incorrecto al titular así esta carta, sino dar cuenta de ciertos indicios que señalan un hipotético futuro de recortes sistemáticos en la política económica ante el que habrá que mostrar arrojo y valentía. Si el Gobierno de coalición, el más progresista de la historia del Estado español, cae sin terminar la legislatura o pierde las elecciones generales a causa de la crisis originada por el coronavirus y/o por las desavenencias internas entre los dos partidos que lo conforman, el próximo ejecutivo, de confirmarse la irrelevancia actual de Cs, aplicará inexcusablemente la cartilla neoliberal para atajar el enorme gasto público que ha exigido la situación pandémica. Quizá se pudiera presentar una nueva ocasión de pactar entre PSOE y Cs; lo que intenta Inés Arrimadas precisamente apunta en esa dirección, pero en la actualidad la aritmética no cumple el requisito; al desaprovecharla en el pasado, Albert Rivera creó una desconfianza casi insalvable en el votante liberal. Así pues, la derecha ya está pergeñando su política económica austericida para aplicarla en cuanto se haga con el Gobierno, ya sea en forma de coalición entre Vox, PP y Cs, ya sea porque Vox o el PP consigan hacerse con el dominio claro de la derecha española. No podemos olvidar tampoco que ese hipotético gobierno impondría también una nueva recentralización que buscaría una confrontación con las nacionalidades históricas, cercenar los derechos históricos de los territorios forales y neutralizar el Estado de las Autonomías inclusive. Por tanto, desde las bases de la izquierda convendría exigir algo más de responsabilidad y mayor lealtad en la cooperación entre los partidos que sustentan la acción de Gobierno y entre los propios ministerios.

En unos cuantos meses, gracias al extraordinario logro científico de haber obtenido vacunas eficaces en un intervalo temporal tan breve, el coronavirus cederá espacio a una nueva normalidad. Y, con la excusa de una recuperación macroeconómica, desde la UE se propondrán directrices a todos los países miembros en orden a atajar la hiperbólica deuda pública resultante. Desde algunos agentes económicos se lanzan mensajes que llaman a condonar la deuda de los estados, pero la experiencia nos dice que eso no será tan factible como a priori podría parecer, porque no habrá voluntad real por parte de los mandatarios políticos ni financieros, cuanto menos que también existe una deuda importante a prestamistas privados. Recordamos perfectamente los recortes sistemáticos a las clases populares que impuso el Gobierno de Rajoy, con Luis De Guindos como ministro de Economía (ahora vicepresidente del BCE), lo que suponía además un incumplimiento manifiesto del programa electoral con el que el PP había ganado las elecciones en 2011, y nos tememos que esto vuelva a suceder todavía con más inquina si cabe. Un nuevo austericidio asoma el hocico en los mensajes que llegan de los responsables económicos de la UE y los poderes oligárquicos ya se están frotando las manos ante el creciente incremento de la desigualdad social. Probablemente, no habrá que esperar a que llegue el Gobierno de la derecha para que empecemos a degustar el sinsabor de los recortes, ya que Zapatero dejó como último legado aquel: me cueste lo que me cueste, que dio luz a la reforma con nocturnidad y alevosía del artículo 135 de la CE. En ese punto, la coalición entre el PSOE y UP podría comenzar a resquebrajarse. Sin embargo, a las bases sociales que lo sustentan les convendría realizar al mismo tiempo un ejercicio de comprensión ante las dificultades de la realpolitik y permitir que Pedro Sánchez sea algo pragmático, combinando la cooperación solidaria entre los partidos implicados con la responsabilidad e, inevitablemente, con el acatamiento a las normas financieras europeas. Con total probabilidad, los sindicatos de clase tendrán que mostrarse firmes no en sus posturas sectarias, sino en la defensa de los intereses de los trabajadores y de los sectores sociales más vulnerables, paganos siempre de toda crisis económica; pero esa firmeza sindical deberá ejercerse también con responsabilidad para no favorecer un retorno de la derecha neoliberal al Gobierno, consecuencia a todas luces indeseable que es preciso evitar.

El autor es escritor