Cuando Luis, de casi 100 años y del brazo de su hijo Gorka, acudió el primero a vacunarse al polideportivo de Olite/Erriberri inauguró el viernes pasado una larga cola de 500 mayores de 80 años de la comarca que han dado una lección de esperanza. Esta desazón del covid tiene fin y va a venir con la ciencia, con la vacuna Pfizer, AstraZeneca, Sputnik o la que sea.Esa multitud de ancianos inyectados y sentados pacientes en unas sillas de tijera colocadas con cuidado en la cancha de baloncesto por voluntarios, trabajadores y miembros del Ayuntamiento y equipo sanitario desplazado proyecta un mensaje sanador directo a vena. Una sociedad que pone por delante el cuidado de sus mayores es sabia y, digamos lo que digamos, honra a quienes en estos tiempos no priman a los que más dinero tienen, sino a los frágiles. Eso es civilización y lo otro barbarie capitalista.La imagen del polideportivo olitense coincide, por desgracia, con el mensaje de nuevas medidas restrictivas porque la covid, la variante británica, sudaficana, asiática, etcétera no para. La hostelería repliega a las terrazas y los espacios comerciales se reducen. Las pequeñas tiendas no pueden más. Necesitan que quien tenga, quien haya notado en el bolsillo la peste menos cerca gaste en ellas. Les va ya la supervivencia.Quedan meses de incertidumbre, claro, pero en el polideportivo de Olite/Erriberri también se ha abierto la espita de la ilusión y, encima, en los que más estaban preocupados directamente por sus vidas. Y ese blindaje nos honra a todos. Ahora hay que salvar a los siguientes y luego a los otros y así hasta que el principio del fin sea solo el recuerdo de una pesadilla de la que comenzamos a despertar cuando Luis, apoyado en Gorka, abrió la fila.