Leo en la prensa las acusaciones contra un grupo de jóvenes por los altercados de noviembre pasado en Iruña-Pamplona y tiemblo. Me recuerda al caso que sucedió en mi pueblo o al caso de los CDR de Cataluña. Estamos en un sistema que, al que se mete con él, lo liquida. No se acepta que tengamos grupos, organizados por supuesto, como todos los partidos o sindicatos, que quieran cambiar todo el sistema. Los partidos y sindicatos clásicos quieren mantenerlo y no moverlo, atado y bien atado. Cuando estos grupos salen a la calle con sus reivindicaciones y propuestas, ocasionalmente suceden enfrentamientos con la Policía. Esto ocurre aquí, en Suecia, en Alemania y en todos los países sanos. También sucede en protestas de los sindicatos clásicos cuando hay una agresión a sus afiliados. Sí, la protesta y el inconformismo es sano y generalmente se da en la juventud. Un país en que la juventud no puede trabajar, independizarse o tener un proyecto de vida autónomo, no puede pedir que sus jóvenes no se subleven. Ellos creen que el sistema es un fracaso, y que la mayoría de la población, yo incluido, tenga una situación de bienestar adecuada, no les quita razones. No podemos tolerar que el sistema se ensañe con quien protesta,porque muchos de nosotros pensamos que razones tienen. Por otra parte, en relación con los hechos, hay que ser ajustado al problema creado por los jóvenes en sus protestas: no es adecuado intentar asociar a estos grupos con hechos históricos ya superados, ya que haciéndolo nos hace pensar que hay grupos que echan de menos la situación social anterior, y no son los jóvenes, sino otros grupos organizados que al parecer se beneficiaron de la situación previa. Me gustaría poder nombrar a los grupos en los que todos pensamos pero estoy en un país peligroso, muy a mi pesar, ya que en la mayor parte de Europa podría hacerlo. El sistema tiene que aceptar que hay una masa social que está en desacuerdo con sus formas y normas, generalmente jóvenes, y aprender a enfrentarse a ellos con hechos, no con represión.