"De lo que se trata es de aprender de nuevo a tener esperanza"

Ernst Bloch

e jubilé un poco antes de que se declarara el estado de alarma. Tenía planes, viajes proyectados, y entonces se produjo la parálisis, tal y como escribe Philippe Lançon en su libro El Colgajo: la sensación que se tiene al sufrir un trauma repentino e inesperado, en su caso al resultar gravemente herido en el atentado de Charlie Hebdo, y que él describe como haber pasado un puente y dejado en el otro lado toda su vida anterior, de una manera irreversible y a la que ya no se puede volver. Esa sensación que es fácilmente reconocible para todos aquellos que alguna vez han sufrido un accidente que les ha apartado de la vida que llevaban hasta ese momento, fue lo que nos sucedió de una manera global a todos el mes de marzo del año pasado y aún no se ha terminado. Nuestra vida, la forma de relacionarnos, de trabajar, de realizar nuestras actividades cotidianas se paró y se quedó al otro lado del puente.

¿Cómo va a ser la vida después de la pandemia? ¿Estamos cambiando? ¿Vamos a volver a hacer las mismas cosas que hacíamos antes? El ocio parece que es la primera preocupación. Sin embargo, yo pienso que es algo secundario pensar en la forma en que volveremos a disfrutar y socializar. Lo que dejamos atrás y que parece que echamos tanto de menos en realidad eran costumbres bastantes recientes consecuencia de la crisis económica, de la Ley antitabaco y, en el caso de Pamplona, de la peatonalización del Casco Viejo. No hace mucho las costumbres eran otras y puede que a la vuelta de esta pandemia cambien. Todas las cosas tienen un comienzo y un final. No cabe duda de que volveremos a juntarnos, a celebrar y a disfrutar aunque sea de manera diferente.

¿Qué pasará con la economía y la política? Esto sí que es un tema importante en mi opinión. Hay claramente dos amenazas muy cerca: el neoliberalismo y el totalitarismo.

El primero, el neoliberalismo, ahí está, en plena expansión, nos quiere productores y consumidores. Producir mucho y consumir mucho para saciar las necesidades que previamente se nos han creado. El confinamiento y las restricciones han supuesto un freno para este objetivo del capitalismo, pero hay que estar atentos porque el interés de que volvamos a consumir y a endeudarnos está muy presente. Algunos líderes políticos han convertido este interés en su eslogan y lo llaman libertad. Nos vendría muy bien para combatir este afán de convertirnos en objetos consumidores recordad a Kieran Setiya en su libro La mitad de la vida que nos enseña cuáles son las actividades que producen felicidad y que son las que no tienen un objetivo concreto. Por ejemplo: pasear, conversar, leer, escribir, contemplar el arte, oir música.

El totalitarismo, en nuestro entorno, la extrema derecha de Vox y parte de la derecha tradicional, avanza muy deprisa y esto es muy peligroso. La historia reciente de Europa ya ha conocido el aumento de las ideas totalitarias en momentos de depresión colectiva, de falta de cohesión, de pobreza y de desesperanza. La fórmula que están empleando ahora es la misma que se usó en la Alemania de entreguerras: ensalzamiento de valores identitarios, buscar un chivo expiatorio para echarle la culpa (ahora los emigrantes), despreciar la diversidad y difundir noticias falsas. Este mensaje puede llegar muy fácilmente a la gente que lo está pasando mal y no se siente identificada con la política ni con la democracia porque se encuentra en esa fase de melancolía patológica en la que siente repulsa hacia la clase dirigente, piensa que los poderosos nos engañan y los mensajes populistas le consuelan. Pues bien, para luchar contra esta amenaza Joke J. Hermsen, en su libro La melancolía en tiempos de incertidumbre nos dice que hay que centrarse en una buena educación, potenciar la pluralidad para mantener la diversidad infinita de los seres humanos y participar activamente en la esfera pública.

La autora es profesora jubilada