En el universo digital, los humanos controlamos muy pocas cosas. La Inteligencia Artificial se ha instalado en nuestras vidas sin hacer ruido para tomar por nosotros decisiones tan personales como comprar, leer, ver una película o votar a un partido. Y lo hacen utilizando los algoritmos, fórmulas matemáticas que predicen nuestros gustos y preferencias en función de la información que aportamos libremente en Internet y, especialmente, en las redes sociales. Se trata de un intercambio: compartimos datos con las grandes empresas tecnológicas a cambio de un servicio. Cuando nos registramos en una aplicación, web o navegamos por Internet aportamos datos personales que luego nos son devueltos en forma de propaganda comercial o ideológica.En otras palabras, los algoritmos son asesores digitales capaces de recomendarnos, sugestionarnos y convencernos para que realicemos una acción concreta. Pero esto no implica necesariamente que nos ofrezcan las opciones más convenientes, ya que las compañías usan los algoritmos para su propio beneficio sustrayendo nuestros datos para luego venderlos a terceras empresas con fines lucrativos.Expertos y personalidades relevantes del mundo digital han cuestionado la objetividad y ética de estas acciones informáticas, y consideran que los algoritmos deberían auditarse para controlar que se ajusten a la legislación europea y española sobre protección de datos. También se baraja la opción de crear el derecho a la explicación digital como un derecho más de los consumidores para poder conocer, con la mayor transparencia posible, por qué un algoritmo ha tomado esa decisión en nuestro nombre.Los algoritmos nos hacen la vida más fácil, pero también nos condicionan. Por eso, es necesario garantizar una buena gobernanza de los datos bajo principios éticos consistentes y elaborar un marco legislativo para evitar que una máquina inteligente tome decisiones que afecten a las personas sin su supervisión. Si duda, una frontera que habrá que cruzar si queremos que la transformación digital siga el camino de la ética y podamos recuperar el control digital de nuestras vidas.