Probablemente los políticos encarcelados por el procès no merezcan el indulto. Sin embargo, España y Cataluña sí se merecen que resulten finalmente indultados. Los pueblos español y catalán nos merecemos comenzar a cerrar unas heridas que han abierto entre todos -unos y otros- con su negligente manejo de un conflicto que ha terminado por separar a la sociedad española de la catalana -ya está internamente- en dos bandos que no deberían ser tales, siendo como somos compatriotas, con intereses comunes. El indulto podría ser un primer paso hacia la solución política de un conflicto que jamás debió judicializarse; con esa vía -que se ha demostrado además ineficaz-, ya agotada, ¿qué otro camino hay diferente al del reencuentro? No importa el coste electoral de la medida: no cabe pensar en términos partidistas al decidir sobre un asunto de estado de esta relevancia, que en un país con políticos menos infantiles se tomaría por consenso. Emplear una situación tan dolosa, amarga y negativa para nuestra imagen exterior (la de España y también la de Cataluña) anteponiendo el rédito político al bien común de españoles y catalanes quizá sí podría llamarse traición.