El domingo lloré. Tras el espantoso año y medio que llevamos por el covid y la trágica pérdida que sufrimos el 4 de junio del 2019 de una persona a la que admiraba, respetaba, quería y a la que sigo echando de menos, y cuya vida un coche nos la arrebató, nos llegó el día como club, y a mí como parte de un grupo organizador maravilloso, de devolver al calendario navarro triatleta una prueba que vino para quedarse y cuya segunda y futuras ediciones tenían que rendir homenaje al padre, marido, entrenador, amante del triatlón y persona con buenos valores que fue Carlos Miranda. Ha sido un mes de intenso trabajo pensando y cuidando cada detalle para que la prueba tuviese calidad, los equipos disfrutasen de ella, nuestra escuela estuviese satisfecha de su prueba y participase en las aguas abiertas que a veces tanto miedo les da y, en definitiva, se viviese una jornada de triatlón en la que imperase el compañerismo, el esfuerzo colectivo, el buen rollo deportivo y, sobre todo, la normalización de la vuelta de las grandes jornadas deportivas.He pasado una semana intensa porque el día se acercaba y nada podía salir mal, creo, seguro, que habrá cosas que se podrán mejorar y que con el tiempo lo lograremos. Por la mañana se disputó la prueba absoluta por equipos, 47 equipos, y cuando les veía a tod@s en meta al llegar transmitían una energía que bien merece cualquier esfuerzo organizativo, si estuvieron agusto y disfrutaron como parecía me alegro un montón. Acabada la prueba de la mañana mi cuerpo y mi mente se relajaron mucho, llegó la tarde y con ella tod@s l@s txikit@s, un@s 90, que son la joya del triatlón navarro y la razón de ser de clubes como el nuestro, Triatlón Valle de Aranguren. Me da un gustazo terrible ver a esas categorías competir, son tod@s un@s campeones, pero ayer me pasó algo que nunca me había pasado. En la carrera de benjamines veo que viene hacia meta detrás de la moto de cabeza Diego Miranda, gana la prueba y me doy cuenta de que estoy llorando. Con mi gorra, mis gafas y mi mascarilla nadie me ve, no me reprimo. Llega la segunda carrera de la tarde, alevines, oigo que viene la moto de cabeza hacia meta y veo que detrás de ella viene Pablo Miranda volando para hacerse con la carrera, me rompo, me pegué una llorera como la de un niño pequeño. Ojalá como club podamos disfrutar y sepamos colaborar a formar a estos 2 cracks durante muchos años como su padre colaboró a formar como deportistas y personas a muchos de nuestros hij@s.Sin más, creo que las emociones cuando son muy fuertes hay que compartirlas, gracias de corazón a Gema, valiente, a tod@s l@s participantes, voluntari@s, familiares que acompañásteis, instituciones, patrocinadores, colaboradores, etcétera, por hacer que el Memorial Carlos Miranda fuese la fiesta que siempre va a ser.

*El autor es presidente del Triatlón Valle de Aranguren