Después de dos años sin fiestas patronales, el botellón multitudinario ha vuelto con recrecida presencia. La adolescencia, que antes duraba 4 ó 5 años de difíciles adaptaciones de crecimiento, ha evolucionado hasta una especie de etapa permanente en la que hacerse adulto puede postergarse hasta la treintena, para evitar asumir la responsabilidad de los propios actos.El espacio público se convierte en un vertedero, un machaque de decibelios, una letrina y, cada vez más, en un campo de desahogo violento, donde la masificación otorga derecho simplemente por superioridad numérica. Y además es un fenómeno no ya anual, sino semanal. Detrás de este asunto hay bastante más que problemas de la juventud debidos a las restricciones de la pandemia. Y es en ese terreno en el que se debería hacer un análisis y una reflexión profundas, tanto en el aspecto de la educación como en del establecimiento de los límites que definan lo que una sociedad debe soportar sin quejarse, para disfrute descerebrado de una parte de la población sobre la que, para más inri, recae la tarea del futuro inmediato.