El 5-7 de marzo de 2020 fue el último fin de semana que las salas de conciertos y bares musicales pudieron realizar su actividad sin restricciones. Pamplona es una ciudad con riqueza estilística, con locales que apuestan por la música, como medio identitario y de negocio. Una riqueza que la pandemia nos ha silenciado. Las medidas de prevención covid hacen casi inviables eventos así para un local al 70%. Ya que por mucho que abran el porcentaje, las salas continúan con la obligación de mantener al público sentado. Los gastos aumentan, mientras que el aforo sigue siendo reducido y con ello la sostenibilidad. Entiendo la dificultad de legislar en una situación sanitaria tan complicada y la opción de llevar al mínimo las posibilidades de contagio, pero, por una parte me gustaría invitar a la reflexión sobre la estigmatización de ciertos sectores como el de la música y en especial el de la música de baile. Durante la pandemia hemos visto cómo era posible tomarse algo con en una terraza o en interiores, actividad a la que si añadías una persona tocando un instrumento, pasaba a ser "no autorizada". Esta semana se hablaba de cantos de fin de pandemia, pero por ahora las restricciones en eventos musicales no parecen abrirse a eventos de pie y veremos si el 1 de octubre podemos volver a disfrutar de un concierto en las mismas condiciones que otros sectores. Por otro lado, me gustaría poner en valor estos locales en diferentes vertientes. Una, obvia, como es la económica. Obviamente el plan de concierto o de ir a ver pinchar a alguien tiene su repercusión económica. Entradas, bebida, comida y sí, también hay gente que viaja por conciertos de pequeño aforo o sesiones de dj, por lo que empuja el turismo. Todo ello genera economía y alimenta los espacios de nuestra ciudad con contenido cultural. Y más allá del consumo, queda pensar en las salas como plataforma para el crecimiento de las bandas locales. En redes sociales se pueden ver ejemplos: Marea tocando en el Black Rose, Iseo en el Subsuelo, Barricada en el Garazi, Berri Txarrak en el Akelarre, El Columpio Asesino en el Monterojo y muchos otros ejemplos de salas y artistas que hoy son la cara de la música navarra puertas afuera. Artistas que generan miles de euros gracias a que, en su día, tuvieron espacio en salas de pequeño aforo de su ciudad. Las salas son potenciadoras de futuros talentos, si desaparecieran estas apuestas, dejaríamos de crear riqueza basada en lo musical. Que por cómo está el panorama actual, hay gran número de artistas con visos de pasar a ser referentes dentro y fuera de la comunidad. En la post pandemia creo que las instituciones deberían hacer un esfuerzo en mantener viva la llama de estos espacios para que no se conviertan en sitios donde un algoritmo es el que decide qué suena en cada momento. Gracias a toda esa gente detrás de salas y bares musicales por seguir generando. Eskerrik asko.

*El autor es Programador de Salas de Música en la Calle, discjokey y agente musical