La condena a Alberto Rodríguez, diputado de Podemos, por propinar una patada a un policía en una manifestación, con la única prueba de la declaración del propio policía, me recuerda un hecho parecido acaecido en Pamplona en los noventa.Cuatro chicas de unos diecisiete años se habían adelantado al resto de los miembros de su cuadrilla cuando subían a Iturrama desde la Milagrosa.Al llegar a la altura de la gasolinera de Esquíroz o poco antes, paran dos coches delante de ellas y bajan de ellos varias personas que dicen ser policías (de paisano), las detienen y las llevan a comisaría. Las tuvieron retenidas prácticamente toda la noche, acusándoles de haber quemado una papelera en las inmediaciones de donde las detuvieron.Al cabo de un tiempo, en que ya casi habían olvidado los hechos, reciben las cuatro una citación para el juicio que iba a producirse en base a dichos hechos y por los que resultaban imputadas.El juicio se celebró y de no haber sido por un certificado extendido por la oficina municipal correspondiente, en el sentido de que no se había producido daño alguno en ningún elemento del mobiliario urbano ese día, las cuatro chicas habrían sido condenadas, porque las únicas pruebas presentadas por la acusación fueron las declaraciones de los policías, que, por cierto, no estaban en la sala cuando el juez, mosqueado, requirió su presencia a la vista del documento presentado por la defensa, cogiendo su señoría un monumental cabreo mientras comentaba algo sobre el tiempo perdido y que no sabía qué hacíamos allí todos si no había caso.Lo sé todo de primera mano porque una de las chicas era mi hija, fui yo quien le consiguió el certificado a la defensa (por el conducto administrativo correspondiente) y estuve presente en la sala del juicio ese día.No hemos avanzado nada.