En mi anterior reseña a propósito de la ubicación de los cuarteles militares en Pamplona, comentaba el uso que se daba a la Vuelta del Castillo. Decía que, si me atreviera, contaría cierto hecho ocurrido en aquellas fechas. Aunque haya transcurrido más de medio siglo, no es fácil plasmarlo en palabra.Corría el año 1967 y me tocó hacer la mili, entonces obligatoria. Alegué que tenía cierta minusvalía en la mano izquierda consecuencia de accidente laboral. Aunque tuviera cierta movilidad carecía de la misma fuerza que la diestra. No me valió, fui destinado a la América 66, sito en la calle General Chinchilla.Por ser de tropas de montaña, cuando hube de trepar por la cuerda, me fue imposible. El oficial que mandaba, hombre razonable, observó las cicatrices que le mostré. No todos los mandos eran como él. Aunque fuéramos soldados, éramos personas. Y como tal nos trataba.Cuando se hizo el traslado a Berriozar, situación actual, sucedió algo simple se tradujo en tragedia para mí. Un teniente-coronel se tomó mal que le dijera que 2 más 2 no son 4 porque él lo dijera. Las matemáticas son ciencia exacta y lo demuestran, no soy analfabeto, aunque los había. Resultado: 8 meses arrestado en la compañía de castigo por insubordinación y desacato. Es lo que dijo. Pero... ¿qué podía hacer? Callar y aguantar. ¡Qué remedio!Como exponía mi misiva, en la Vuelta del Castillo se jugaban partidos de fútbol entre barrios y la gente iba a verlos. Aquel día no participé pero asistí. Cuál fue mi sorpresa que lo veo en primera fila entre el público. Ya era civil, pero ciertos hechos jamás se olvidan. En determinado momento hablé con alguno de los jugadores. Con pocas palabras me entendieron. La estrategia de la jugada, digna de elogio. El balonazo en la cara hizo que se tambaleara. Los balones de entonces eran de cuero trenzado, no como los de ahora. El impacto le dejó el rostro amoratado. ¿Venganza? No. Justicia.Al teniente al que mostré mi incapacidad le sigo saludando cuando coincidimos en el Baluarte en los conciertos de la Sinfónica de Navarra. Independientemente de su capacidad intelectual tiene gran virtud. Sabe tratar a las personas, que no todos pueden decir lo mismo.Fue un gran privilegio conocerte, Luis. Saludos, Doctor.