Tras la Cumbre de la OTAN, y como colofón del éxito con que se ha clausurado, debería haberse entonado este himno de denuncia de la guerra, que muchos de los presentes en el festival de la destrucción y el despilfarro habrán cantado en su juventud, que compuso Bob Dylan para denunciar la locura de la guerra que parecía algo dejá vu. Pero los Ángeles de la Guerra han venido a Madrid para celebrar su aniversario, y hacer caja, para continuar con el espectáculo en Ucrania que contiene todos los ingredientes para ser festejado por su crueldad y ser el difusor de las "virtudes castrenses" que se estaban perdiendo por culpa de los movimientos pacifistas que tantos problemas causan en el orden natural de la civilización occidental. Al margen de la armonía del espectáculo, se ha resaltado la presencia de la mujer en la vida social, promocionando su papel en las sociedades modernas. Mientras ellas daban ejemplo de feminismo, sus esposos se ocupaban de la parte menos glamourosa, pero necesaria, de la gestión de la de la violencia legítima que ejercen los estados democráticos. La chusma resentida ha puesto el punto de grosería y desorden manifestándose por Madrid rodeados de agentes de seguridad para garantizarles el ejercicio de la libre expresión. Porque su zafiedad e incultura les impide entender que la seguridad es el principio de todos los derechos humanos y la demagogia les ha arrastrado a protestar contra los incrementos de los gastos militares, con el argumento falaz que supone la reducción de otros gastos que la plebe denomina sociales. No son capaces de entender el aforismo "si vis pacem para belum". Los intelectuales más prestigiosos han demostrado que los conflictos los causan los antibelicistas, pues con su inacción son los militares los que tienen que exponer sus vidas si recibir nada a cambio. Son almas generosas a las que homenajeamos cantado el himno de la OTAN: Master of war.