No me gustan ni para decir buenas noches. Dicen que es de mala educación, pero prefiero ser mal educado. Y más cada día. Las últimas despedidas han sido de dos amigos con alzhéimer y otro con ELA. Es morir despistando la vida y morir a plazos, sabiendo que te vas, día y hora. La muerte es un episodio más, pero no acabamos de acostumbrarnos. Y no tendría que ser triste pero lo es. Tendremos que cambiar, o tal vez no, porque la tristeza es parte de la vida y, como el estornudo, nos puede anunciar episodios que relajan el cerebro, le dan crema solar a esta piel cada vez más expuesta al sol que resquebraja la tierra y la cuartea. Y la vida sigue, decimos para consolarnos y seguir respirando. Una excusa como otra cualquiera, una tontería más. Quizás nos lo deberíamos tomar como beber un trago de agua tibia en el desierto, quizá deberíamos tomarla como el trago del botijo después de una jornada de trabajo en el campo tras cosechar a mano, cosa que no haremos más.