Estimado lector: ¿se imagina a un médico especializado en Oncología encargándose de los diagnósticos de uno especializado en Dermatología y viceversa? Pues bien, algo similar sucede si hablamos de los servicios que prestamos las enfermeras.

Soy una alumna de 4º de Enfermería que acaba de terminar uno de sus últimos rotatorios de prácticas. Mi corta experiencia me ha permitido percibir la gran diferencia que existe entre el servicio que podemos aportar en función de aquella especialidad en la que trabajemos, siendo muy diferente el cuidado en Oncología que Pediatría o Cardiología. A lo largo de toda la carrera se escucha mucho: “la importancia de individualizar los cuidados”, “cuidado integral”, “la importancia de la calidad de los cuidados”, “responsabilidad de velar por la salud de otros”.

A día de hoy, el número de especialidades de Enfermería reconocidas se reduce a siete: Enfermería Obstétrico-Ginecológica (matrón/a), Enfermería Familiar y Comunitaria, Enfermería de Salud Mental, Enfermería Pediátrica, Enfermería Geriátrica, Enfermería de Cuidados Médico-Quirúrgicos y Enfermería del Trabajo.

En concreto, en Navarra solo está reconocida por completo la enfermera obstétrico-ginecológica, comúnmente conocidas como matrona, única especialidad diferencialmente reconocida por el servicio público de salud. Sin embargo, en cuanto al resto de especialidades, como puede ser Pediatría, no se encuentran apenas reconocidas, teniendo las mismas posibilidades de trabajar en la especialidad para la que se han preparado que una enfermera generalista no especializada en ese tipo de cuidados ni de pacientes.

Cómo pretendemos que la enfermería evolucione en favor de una mayor calidad de los cuidados sanitarios, si no se reconoce algo tan importante como las especialidades y a aquellas personas particularmente formadas en los distintos tipos de cuidados que requieren los pacientes en función de sus respectivas enfermedades.