España es el cuarto país del mundo más longevo, tras Japón, Singapur y Suiza. Tenemos un territorio donde el sol es el gran protagonista, unido a una dieta mediterránea que a pesar de ser valorada como una de las mejores, la introducción de la comida basura y de la bollería industrial, han provocado que España descendiese en la lista de los países más saludables en los últimos años. Situado en el puesto 28, la mediterránea Italia es la que encabeza el ranking en el índice Healthiest Country de Bloomberg, basado en los informes de la ONU, el Banco Mundial y la OMS; en 2019 nuestro país ocupaba el primer puesto. Este descenso en tan solo cuatro años es un indicador que se une a los problemas de salud mental en constante aumento. Las distintas encuestas establecen en el 46% de los encuestados los que consideran que su estado de ánimo es “algo bueno”, bajando 18 puntos (64%) respecto a 2018, pasando del 14% (2018) al 24% los que lo consideran su animosidad como “algo malo” o “muy malo”. La mitad de los encuestados culpan al estrés como el causante de su empeoramiento en salud mental. Es preocupante el dato entre los jóvenes entre 18 a 35 años, siendo el 60% de los encuestados los que se encuadran en el grupo de los “malos”.

En cuanto a la salud física, los datos siguen el paralelismo de la salud mental. La pandemia, los datos económicos, las desigualdades, se ponen de manifiesto en los datos relacionados con la salud. Es necesaria una transformación sanitaria y educativa, que ponga los mimbres para volver ser un país saludable. No es cuestión de ideologías ni de bloques políticos. La salud en España está en riesgo.