En esto se ha convertido el Casco Antiguo de la ciudad, en un resort en el que las palomas campan a sus anchas sin ningún tipo de impedimento. Dicen desde el Ayuntamiento que, según la nueva ley de protección de animales, ya no pueden capturarlas y enjaularlas como venían haciendo para controlar su elevado número y deben dejarlas en libertad. Gracias a esto, y a la abundancia de comida de la que disponen entre restos de hostelería y mayores o papás (léase inclusivo, por favor) que acuden con sus retoños a parques y plazas a darles de comer, se han vuelto una plaga insoportable. Me veo obligada, al igual que numerosos vecinos (inclusivo de nuevo), a lidiar diariamente con la suciedad que la superpoblación de estas aves provoca en mi edificio, a tender la colada siempre cubierta con un plástico para que las palomas no ensucien la ropa, a espantar una paloma tras otra del patio para impedir que aniden y a romper la puesta si es que no he estado lo suficientemente rápida y han conseguido poner un huevo. Señor Maya: exijo del Ayuntamiento una solución a este problema que afecta a todos los ciudadanos ya que las palomas y la suciedad que dejan son un foco constante de insalubridad. De todos es sabido que son transmisoras, al igual que las ratas, de enfermedades e infecciones. Si se hacen periódicamente campañas públicas de desratización no entiendo porqué no se elimina igualmente a las molestas palomas. Todos son animales y la dichosa ley debería aplicarse de la misma forma. Y con esto no quiero decir, que para todas las entendederas hay, que dejen a las ratas campar a sus anchas.