Comienzo confesando que soy creyente cristiano y católico. Y confieso la fe en la resurrección de los muertos y creo en la vida eterna. Confieso y creo en un Dios que crea el ser de la nada y da la vida a los muertos.

Oro y rezo por las cinco personas fallecidas en la implosión del batiscafo en las aguas del Atlántico cuando estaban realizando turismo queriendo visitar y contemplar de cerca los restos del hundido Titanic. Mi respeto. Mi plegaria. Pero confieso y creo que para mí no es la primera noticia. Me niego a confesar y creer que la noticia de portada sea aquella que, a no se sabe quién ni porqué ni cómo, parece interesar que yo vea y sienta como noticia de portada. Me niego. No quiero. No me da la gana. Ese mismo día no se sabe cuántos han muerto de asco, de hambre, de guerra, de violencia... No digamos los que han muerto, o siguen muriendo, tratando de pasar de una orilla a otra no para hacer turismo. Ciertamente, lo hacen de modo más precario. 

Las aficiones costosas de los ricos a veces suponen y tienen riesgo. Va incluido, me imagino, en el ticket del entretenimiento festivo y lúdico del capital. También supone y tiene riesgo cruzar de una orilla a otra en una patera, o similar. Todo deporte de riesgo... tiene su peligro... se practique por entretenimiento... o por necesidad… Por favor, nótese la mal disimulada ironía. Con todo, ellos, los no ricos, también se juegan la vida (y también, aunque en otro rango, el coste pecuniario del trayecto) no por turismo... sino por posibilidades más dignas de futuro y vida humanos. Probablemente una cosa no quita la otra. Cierto. Pero el orden de importancia y de aparición de las noticias no es baladí. Todo tiene su intención. 

Por favor, no me hagan confesar y creer que una es noticia de portada... y la otra no lo es porque es más de lo mismo ya que, día sí y día también, se repite hasta la saciedad. ¿O es que ciertas repeticiones tienen que dejar de ser primera noticia? Dicho lo anterior rezo para que unos y otros descansen en la paz del Señor. También lo hago por sus familias y allegados, ricos o indigentes que sean, que lloran sus muertes. La pérdida de un ser humano no es mayor o menor, más o menos relevante o significativa dependiendo de su estatus social, del capricho, de la cuenta bancaria... Ruego porque unos y otros resuciten ahora, o en el último día, gozando de la vida eterna.