Desde distintas entidades sociales se lleva reclamando alojamiento y comida para las personas más vulnerables de nuestra sociedad desde hace meses. Algo tan lógico y evidente como la exigencia de cumplir la Ordenanza de Alta Exclusión del Ayuntamiento de Pamplona en las situaciones de ola de frío o inclemencias extremas, que indica específicamente que nadie dormirá en la calle en tales situaciones.

Quisieron las instituciones, representadas por la exalcaldesa Cristina Ibarrola y la consejera Carmen Maeztu, retratarse inaugurando el nuevo albergue afirmando que con dicho servicio nadie quedaba ya en situación de calle. Pero la imagen salió movida y oscura, porque se constató rápidamente que el recurso era insuficiente y que todavía había entre 30 y 50 personas durmiendo en la calle, a temperaturas de 0 grados, y con mantas y sacos que solo gracias a la generosidad ciudadana se pudieron conseguir. Personas hambrientas, enfermas, castigadas por el frío, la lluvia y la desilusión, continuaban vagando en las duras noches de Iruña esperando la lotería de que una noche les dieran albergue, en las dos horas de humillante espera ante sus puertas.

“Este año se ha hecho un gran esfuerzo”, “no es posible encontrar alojamientos”, eran las palabras de dichas autoridades ante el requerimiento de algunas entidades sociales. El pasado 28 de diciembre hubo un cambio de gobierno en el Ayuntamiento de Pamplona. Esa misma noche se ampliaron las plazas en albergues y se dieron bonos para pensiones a todas las personas que estaban en situación de calle.

Faltan muchos pasos que ir dando, pero el primero, lo urgente, se solucionó en un instante, simplemente con la voluntad de hacerlo. Hacen falta procesos a corto, medio y largo plazo que logren que estas personas en alta exclusión sean reconocidas como ciudadanía con plenos derechos y deberes. Una regulación de papeles extraordinaria que les permita trabajar legalmente cubriendo empleos para los que hay demanda y, sobre todo, programas de incorporación sociolaboral.

Sólo así podremos considerarnos una tierra de acogida y lograremos enriquecernos como sociedad con las aportaciones de tantas y tantas personas cuyo único delito es el querer mejorar su futuro huyendo de países cuyo desarrollo ha sido desbaratado e hipotecado por la avaricia de Estados y empresas occidentales enriquecidas a su costa.