La experiencia popular, a lo largo de generaciones, creó el refrán “lo barato sale caro”. Es lo que está sucediendo con los alimentos. En los últimos cinco años, los productos alimenticios de bajo coste han experimentado un incremento de precio del 37%, superando en 13 puntos el aumento de los productos considerados de gama alta.
Este fenómeno no solo afecta a la economía doméstica de las familias con menor poder adquisitivo, sino que también evidencia una creciente desigualdad en el acceso a productos básicos. La disparidad en el incremento de precios sugiere que quienes más dependen de alimentos económicos como el pan, la leche, los huevos, las verduras frescas y la fruta, están siendo desproporcionadamente afectados por la inflación y otros factores económicos.
Es esencial que se tomen medidas urgentes para abordar esta situación. Las autoridades y los responsables del sector alimentario deben buscar soluciones que mitiguen el impacto de esta subida de precios en los productos esenciales. De lo contrario, nos enfrentamos a un riesgo creciente de inseguridad alimentaria y a una mayor brecha económica y social, qué, poco a poco, está conformando una sociedad desigual y vulnerable.