La pobreza energética se cobra una nueva víctima: el barrio de Iturrama. En una de sus emblemáticas torres, que gozaba de obra de una magnífica y barata calefacción central, ahora pasan frío. El año pasado instalaron unos contadores individuales en cada radiador bajo el pretexto y las buenas palabras: “Así, cada uno pagará lo que consuma”. Vaya trola. Lo que consuma no, lo que se pueda permitir.
Pasado el Pilar, se encendió la caldera. Según la empresa encargada de contabilizar el gasto de cada radiador, el consumo de la comunidad es prácticamente nulo. En la web que pusieron a disponibilidad de los vecinos se puede comprobar que, de 80 viviendas, sólo una cuenta con un consumo reseñable. Poco más de diez registran gasto en algún radiador. La inmensa mayoría tienen todo apagado. Lo que hasta ahora se pagaba en la cuota de la comunidad, que rondaba los cincuenta euros, se ha transformado en una factura de 100 euros para mantener unos justillos 21 grados. Y no hay dinero.
Los moradores del barrio de Iturrama, acostumbrados a unas estupendas y económicas calefacciones, jamás volverán a disfrutar de ellas. Así de cruel es la pobreza energética. Parafraseando a Barricada: Iturrama, barrio empobrecido.