Yo tenía 36 años cuando mí padre nos contó los abusos que le procesó su profesor y director de maestría en nocturno de Salesianos, el Topi, por aquél entonces. 

Una confesión reveladora que dio sentido a años de ausencias y problemáticas. Fue muy duro escuchar a mi padre contar aquella experiencia desde su inmadura adolescencia con tanto detalle, comprobando que todos estos años en silencio la ha revivido y revive en su alma día tras día. Y sin embargo, a pesar de tener óptimas sus capacidades mentales, no recuerda múltiples momentos de la infancia de sus hijas.

Aquellos abusos supusieron un antes y un después en su persona. Y sintiéndose incapaz de poder compartirlo con nadie en aquellos años donde la Iglesia entraba en cada casa hasta la cocina, lo guardó avergonzado, culpable sin poder gestionar un ápice de la realidad.

Nunca lo ha tratado en terapia, y aunque seguro que lo ha pensado, la rabia justificada le da fuerzas para auto engañarse y creer que no lo necesita. Es su decisión. Su vida fue marcada por aquellos abusos, la vida de su familia fue marcada por aquellos abusos, las decisiones que ha tomado en la vida han sido marcadas por aquellos abusos y a día de hoy le mueve que se reconozca su reclamación y la de sus compañeros por aquellos abusos.

Su familia apoyamos su denuncia, y necesitamos se reconozca su dolor y el nuestro.