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Mochila

MochilaPexels

En carnavales me fui a comprar un traje de cowboy, con pistolas y todo, pero compré solo las pistolas, simuladas, claro está, aunque parecían reales. En medio de la juerga de Tolosasaltábamos y brincábamos como en San Fermín. En el camino de vuelta nos paró la policía vasca y sabedor de que el alcalde de mi pueblo había colocado una cuadrilla de jóvenes al cuerpo, animado por la euforia de la fiesta, dije: ¿no serás tú de mi pueblo? Mis amigos me taparon la boca, por bocazas; más cuando nos hicieron abrir el maletero del coche, “no llevamos armas” comenté; codazo de mi amigo. “Ya tenemos bastante con los aviones de la OTAN en las Bardenas”. El policía nos mandó seguir sin abrir la boca. Me llevé una bronca fenomenal de mis amigos, pero a mí me salió del alma. Eran otros tiempos. Tiempos oscuros de la dictadura. 

Queramos o sin querer llevamos en la mochila muchas cosas que nos delatan y nos ponen en peligro. Mi padre se murió de leucemiay todavía no sabemos con qué armas experimentaban los americanos en las Bardenas; si eran nucleares, químicas o de fosfato, ¿se sabrá?