14 de abril, Día de la República
El odio se amortigua/ detrás de la ventana./ Será la garra suave. / Dejadme la esperanza
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(Miguel Hernández)
Conmemorar el Día de la República tiene dos objetivos: mirar al pasado y mirar hacia adelante.
Al pasado miramos para aprender de sus aciertos y de sus errores y para recordar que la II República fue derrocada por un golpe de Estado franquista y conllevó una atroz represión. La memoria histórica, habiendo dado pasos nada desdeñables, tiene todavía mucho trabajo pendiente, el más importante es contar lo sucedido y honrar la memoria de quienes fueron represaliados. Quienes conmemoramos el 14 de abril no olvidamos a las y los ciudadanos y a las y los representantes públicos asesinados o represaliados en distinta manera.
Hacia adelante miramos para comprender la importancia de no repetir graves errores, sean en forma de intolerancia hacia otros pensamientos o sean en forma de sectarismo y división entre las izquierdas. Y para tener en cuenta los riesgos del auge ultraderechista en buena parte del mundo.
Queremos recoger lo mejor de las mujeres y hombres de la II República –desarrollo cultural, generosidad, compromiso, avance en los derechos igualitarios de mujeres y hombres, ilusión por un mundo más justo...– y actualizarlo a la situación actual. Y queremos hacerlo dando pasos hacia una III República que, si bien hoy se nos antoja lejana, vemos factible en el futuro. La forma monárquica de Estado es obsoleta, clasista, vestigio de los poderes monárquicos de hace siglos. Además, en el caso de España es machista porque sigue priorizando al hombre sobre la mujer. También es cuestionable porque no puede borrar sus orígenes y lleva el peso de la poco ejemplar experiencia del emérito Juan Carlos I. Nunca se ha consultado a la ciudadanía para saber si prefiere Monarquía o República, ni siquiera se ha preguntado en el CIS.
Trabajar por la III República implica hoy pues la reivindicación de la memoria histórica y trabajar por apuestas de futuro para que una izquierda diversa y plural llegue a acuerdos que le permitan ser más eficaz. Pero también será necesario tender puentes a sectores demócratas que no necesariamente se identifiquen con las izquierdas, pero que rechacen con nitidez la ola ultraderechista que nos asola. Ese futuro que debe empezar a escribirse ya.
Cada vez son más precisos valores humanistas en la política. Revalorizarla, darle sentido, acercarla a la gente, dependerá en buena medida de que seamos capaces de trabajar por los intereses de la gente con esa generosidad, esperanza y altura de miras con la que tantas personas se acercaron a la II República.
*Las autoras son miembros de Batzarre