Madre
Madre, tú que con tus besos mimas cada parte de mi alma, amiga espiritual y terrenal que calma cada sufrimiento que padezco, escuela celestial donde un ángel me guía hasta el sendero de la luz de los portales del tiempo cuántico. Sollozo de lágrimas de mares embravecidos de quien carezca de la bondad de su madre en su duelo. Libro abierto de esperanza divina y estímulo aliciente de un porvenir certero y cualificado de palabras hermosas. Sigilo del orgullo de una mañana temprano, el cantar de un ruiseñor y el sonido de las campanas de la iglesia. Voz susurrante en cada integrada flor silvestre de este paraíso, donde tú, madre, eres el viento, eres las olas y eres el arroyo de cada uno de mis días y mis frías noches heladas como un témpano de invierno bajo la esperanza del nacimiento de las flores y la caída de las hojas en una tarde sonrosada de otoño.