Siempre resulta agradable que te manden cuatro letras preguntando qué tal te va. Simplemente. ¿Verdad? Porque en esta travesía que es la vida, que te dejen en el buzón un “saludos desde el sendero, de momento bien, seguimos ruta.
Besos y abrazos y que sigas bien. (Suponemos, porque sabemos que siempre supiste serpentear entre las vicisitudes de la vida. Y si no es así, ya dirás). (Por cierto, hemos parado a almorzar, ajoarriero, por si te quieres pasar)”.
Y eso es todo. ¿No os parece? Pues a mí sí. Machacadito de andar, sentado a la fresca, bajo un árbol escondido de mi barrio, listo para dar un giro a mi vida y ajustar mis ojos a tu luz.
Que te supe como yo. Y nos quedan muchas correrías que escribiré para que cien años después cuando ya no estemos, las escuchen nuestros nietos. Y así os lo digo.