Mi infancia en Dicastillo
Hace unos días leí en nuestro diario una carta de Mabel Aquerreta, directora del C.P. de Dicastillo. Además de estar de acuerdo con todas sus ideas me ha servido para recordar mis años de niño que viví en el pueblo y que han influido en toda mi vida.
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Éramos madrugadores, y por ser monaguillo había días que tenía que ayudar en la misa de las 6 de la mañana. Los niños vestíamos pantalón corto, pasar a largo era cambiar de categoría, las niñas todas con vestido. El desayuno era similar en todas las casas, tostada de aceite con ajo y un tazón de leche.
Teníamos leche de nuestras cabras y cada mañana, solía ser tarea de los niños, las llevábamos a la cabrería y el cabrero recorría las distintas corralizas Bizkarra, Arambeltza, Ezkibel…, limpiaban nuestros campos y al anochecer volvía cada cabra a su casa. La madre hacía el pan en casa para unos días y yo por la mañana iba a comprar la recentadura. Antes habíamos cernido la harina con un cedazo que era un guerbillo fino. Las escuelas no eran mixtas, y no faltaba la oración y el saludo a la bandera.
A veces iba con amigos a recoger lechocinos para los conejos. Había días que al salir de la escuela le llevaba la comida a mi padre al campo. Me gustaba ver los mil productos distintos que taría el quincallero y que no sabía para qué servían. El vocabulario de Dicastillo era distinto al de Allo, que está muy cerca, yo he conservado muchas palabras, a veces reminiscencia del euskera que se habló siglos antes, también algunas recogidas por José Mª Iribarren ¡Y tantas cosas más! Ni mejor ni peor, todo distinto.
Me da mucha pena que desaparezca la escuela. ¡Ánimo, Mabel!