Constitución española: "Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones". Ya en esa redacción, la Iglesia Católica recibe un trato de privilegio. No es el único. De hecho, es el marco institucional donde menos reformas se han producido con respecto a la dictadura de Franco: financiación pública, funerales de Estado por el rito católico, participación del Ejército en procesiones, juramentos institucionales ante el crucifijo, presencia oficial de autoridades civiles en procesiones y oficios religiosos, concertación escolar con centros confesionales? La reciente visita del papa Benedicto XVI tuvo carácter apostólico -así rezaba incluso en las acreditaciones-, pero la Casa Real y el Gobierno socialista portaron el palio de los anfitriones. No fue una recepción de cortesía diplomática a un jefe de Estado, sino una implicación en ceremonias religiosas. El presidente Rodríguez Zapatero limitó el encuentro. Eclipse parcial. Tocaba guiño a la izquierda laica. La ausencia total hubiera sido más impactante que la media tinta. Frente a la beligerancia pontifical, prudencia gubernamental. Benedicto XVI alertó de un "anticlericalismo" similar al de la Segunda República: "Una laicidad, un secularismo fuerte y agresivo". Mientras, el borrador de Ley Orgánica de Libertad de Conciencia y Religiosa se empolva en los cajones de los asuntos no prioritarios. La Iglesia Católica presume de ser hegemónica en España. Para medir su implantación objetiva, tendría que actualizar periódicamente el censo. Siquiera por curiosidad ante indicios como el descenso de matrimonios canónicos, el número de divorcios, la disminución en la asistencia a misa, la caída de las vocaciones o la relajación consciente y nada culpable en el cumplimiento de los preceptos. El bautismo en época de inconsciencia y su confirmación en edad de todavía pocas consciencias parecen trámites insolventes para avalar una convencida militancia católica. El número de bautizados no se puede equiparar al número de católicos ejercientes. La disciplina vaticana acepta el eufemismo de católico no practicante sin emplazar a una corrección de comportamientos so causa de excomunión. Y soporta que algunos sacramentos, como el matrimonio o la primera comunión, tengan más de ornato y dispendio que de compromiso esencial. La impostura es más confortable que la realidad. La Verdad revelada tiene que ser compatible con la revelación de verdades como la evolución del catolicismo en España. Internet podría permitir un ejercicio ágil y sencillo de renovaciones y de apostasías. Apostatar en un click.