ASÍ nos sentimos muchos euskaldunes que vivimos en un entorno urbano, gracias a nuestro actual gobierno. Un nuevo ejemplo de este trato discriminatorio es el reciente reparto de licencias de radio: ha concedido dos a Xorroxin Irratia para que emita en euskera en Baztan y Bera, territorio sioux-rural, bucólico y pastoril por excelencia, pero se la ha negado a Euskalerria Irratia, emisora urbana, de asfalto y semáforo. Allí el euskera, (perdón vascuence) se tolera y si es fragmentado en mil dialectos y variantes mejor, pero en la Comarca de Pamplona, donde vive más de la mitad de la población, no.

De la misma manera es evidente que para las empresas que han obtenido los permisos tanto en la capital como en Tudela, Estella, Tafalla, Alsasua, Peralta y Sangüesa, emitir en esta lengua no está, precisamente, entre sus prioridades. Así que a aguantarse.

Yo no dudo de que el concurso, en general, cumpla "los objetivos que se perseguían" como dijo el consejero, pero a la vista del resultado queda patente que estos, en realidad, eran favorecer a las amistades y a las grandes cadenas que emiten desde Madrid, aunque ya tuviesen licencia de antemano. Ese es el caso de la SER y la COPE en Pamplona, por ejemplo: ya tenían licencias pero preferían usarlas para sus radio-fórmula musicales. Y es que la música es muy importante porque Navarra es así, una fiesta y una juerga continua, como rezaba la revista que ayer presentó el mismo dicharachero Sánchez de Muniáin en Fitur: "Navarra 365 días de fiesta". Y en este ambiente de buen rollito el consejero le regaló al todavía príncipe Felipe un libro sobre el pintor Javier Ciga, al que me imagino que previamente le habrían arrancado las páginas en las que se narra cómo al artista le arrebataron todo lo que tenía y hasta la salud, tras el glorioso alzamiento nacional.

Bueno, con vuestro permiso, me voy a seguir con mi danza ritual para espantar a los malos espíritus y a UPN del Gobierno.