Aquello en lo que fija su vista y talento el director no es ni mucho menos la planificación de la fuga, sino la relación que se va creando entre los tres, la manera en la que se relacionan entre ellos, sus diálogos, su pasado y sus esperanzas. Por supuesto, los tres aseguran no haber cometido delito ninguno y consideran una equivocación y una injusticia el estar entre rejas. John Lurie, Roberto Benigni y Tom Waits comparten celda y protagonismo absoluto en Bajo el peso de la ley, una de esas películas tan como raras como brillantes habituales en Jim Jarmusch. Es complejo concebir tres personas tan diferentes metidas en una misma celda, sin relación previa entre ellas, tramando un punto de fuga. Será la justicia y no la elevadísima ansia popular la que dicte si los exdirigentes de Osasuna que han pasado esta noche en comisaría han cometido delito alguno y si es o no una equivocación y una injusticia lo que de momento ya les ha deparado esta trama como poco grotesca y vergonzante. Tampoco se parecen especialmente entre ellos, pero sí que coincidieron y durante el tiempo suficiente en un lugar en el que reside y late una historia casi centenaria de glorias, penurias, fracasos, emoción, esfuerzo y éxtasis deportivos, un club y un sentimiento del que sería difícilmente perdonable emocionalmente para todos descubrir quién, cómo y cuánto dinero se ha sustraído. Solo ellos saben su implicación, la relación que tejieron esos años y qué más personas si las hay tendrían también que enfrentarse a la situación a la que ellos se enfrentan. Pero, como dice uno de los millones de tópicos del fútbol, los partidos no acaban hasta que pita el árbitro y el balón apenas se acaba de poner en juego. Ojalá nadie nos lo robe también y Osasuna pueda comenzar a abandonar este guión de película barata de terror, caiga quien caiga bajo el peso de la ley.
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