Se me mezclan las cosas. Diariamente llegan al correo peticiones de diferentes plataformas. Una de las últimas, la de Miguel Ángel Hurtado, un psiquiatra que pide que los delitos de abuso sexual contra menores no prescriban. Antes de que llegara la petición, vi su entrevista en la tele. Contó su experiencia como chaval abusado y dijo una frase fruto sin duda de ella y de su desempeño profesional: lo que se cuenta y visibiliza es historia, lo que no, síntoma. Me digo que nos levantamos, nos cruzamos por la calle y convivimos con demasiados síntomas en un silencio enfermo. A veces no es así. Hace un par de semanas, durante una sesión de rehabilitación, pasó. Éramos un grupo pequeño, todas tumbadas en las colchonetas haciendo los ejercicios que iba explicando la fisio. Preguntada por su dificultad con un determinado movimiento, una de nosotras relató su historia de maltrato continuado, las tremendas consecuencias físicas, emocionales y vitales. Una mujer amable, comunicativa y trabajadora, mucho, con una notabilísima capacidad de resistencia y compromiso con los suyos. De repente, la sala pareció otra. Hasta entonces, las conversaciones versaban sobre lo visible y lo cotidiano. Desde el suelo, solo podía ver la cara de la fisio, imagino que las nuestras no serían diferentes. Acoger una comunicación así requiere tiempo y un cierto gasto de energía para asumir que lo que no se ve es porque no se mira o no se crean las condiciones para hacerlo. Hubo unos segundos de silencio. En la en principio aséptica sala de un servicio público de salud, la cordialidad y el buen trato de una profesional propiciaron una comunicación más allá del síntoma que nos devolvió a lo visible y lo cotidiano con preguntas, mirando de otra forma.
- Multimedia
- Servicios
- Participación