Síguenos en redes sociales:

La cenicienta

El viernes pasado una pareja de cierta edad protestaba en las oficinas de Hacienda de la calle Esquíroz (Pamplona), indignada porque se brindaba al que quisiera la posibilidad de ser atendido en lengua vasca. El sábado, un puñado de voluntarios hacía el pequeño gran milagro de celebrar el Día del Euskera en Miranda de Arga, movilizando a centenares de personas de la zona. Cara y cruz de una realidad complicada de gestionar. El monolingüismo castellano también tiene sus militantes, y mucho más radicales que los del bilingüismo euskaldun. La indignación ante el apartheid lingüístico que UPN y sus compañeros de viaje infringían a muchos de sus propios ciudadanos ha sido uno de los revulsivos del cambio político, pero no el factor decisivo. Ahora mismo, no es el status que merece este idioma el asunto que más consenso provoca entre las fuerzas del cuatripartito foral. De hecho, alguna de ellas -Izquierda-Ezkerra, sobre todo-? no ha dudado en cambiar de bando bastantes de las veces que, en este último año, la lengua ha protagonizado el debate político. Ello, y el histerismo con el que la actual oposición saluda la más nimia iniciativa al respecto, parece que está provocando que el Gobierno actual se la coja con papel de fumar en el momento de atender el tema. Después del machaque de los años de UPN, la lengua vasca ha vuelto a la agenda gubernamental. Se nota, como no podía ser menos. Aun así, flota en el ambiente la sensación de ocupar el vagón de cola. Vale, el euskera no puede ser la prioridad del cambio. Tampoco su cenicienta, ni presupuestariamente, ni legislativamente hablando. El sábado, una manifestación recorrerá Pamplona, no para ir contra el Gobierno, sino para apoyarle en una política lingüística en consonancia con lo que Navarra votó el pasado año, todavía por hacer.