De miedo
Más allá de los posibles pactos, de los tiempos que lleven, de quien los lidere, de las carambolas, de las abstenciones, de los acuerdos, de las traiciones y contradicciones, de las renuncias, de las imposibles y necesarias dimisiones, de los sorpassos y las sorpresas, de los asaltos a los cielos o los descensos a los infiernos. Más allá incluso de unas nuevas elecciones; lo que me parece grave, incluso por encima de las urnas y los votos que lo validan, es que mucha gente de bien y de mal, gente que habita este reino de España corrompido hasta médula, siga creyendo de manera bastarda en un partido que huele a cloaca. Que siga dando aire a un hombre gris que cree que la democracia es un chiste sin gracia. Y me preocupa muy mucho que millones de votos hayan apoyado y validado a corruptos, mentirosos, traidores, falsarios, tramposos, bribones y fulleros. Además de fascistas de reconocido prestigio antidemocrático que nunca se fueron. Y si se fueron lo hicieron para afilar los cuchillos. Eso es lo grave. Y lo que al parecer nadie quiere analizar. Si fuera diputado me preocuparía eso. Más que los posibles pactos o futuros escenarios de poder y contrapoder. Por encima de los nuevos tiempos que todavía apestan a viejos. Que el miedo, convertido en arma de dominación masiva, haya inmunizado la bastarda corrupción y podredumbre en que está sumido este país en bancarrota ética y moral, un país donde el bar es el mejor confesionario y donde los muy ricos disparan sus ganancias a golpe de chantaje. Que esos millones de votos, muchos de ellos de obreros desclasados, sirvan para gobernar contra sus propias vidas, contra sus propios intereses. Que el baile feliz del PP de ayer por la noche ignore el supermercado en ruinas en que se han convertido nuestras vidas. Y que siga la fiesta como si nada ocurriera. Eso es lo grave.