Alma de póster
Las palabras sinceras, las que tienen valor, son las que salen del alma, así que ahí van: hace tiempo que me apetece bailar. No tanto porque me salga de alegría, en ese caso ya estaría danzando por el pasillo, sino porque que me vendría bien una sesión cinético-musical, de esas que sudas, ríes y acabas con feliz cansancio y terapéutica cara de pava, esas que dejan el cuerpo pacificado y tan lleno de serotonina como un par de maratones. Esas que dan calma y acarician mi alma.
Como me apaño con dos someros cuencos auditivos en lugar de oídos y mi coordinación rítmico-motora es elemental, cuando hablo de baile pienso en una mezcla de estiramientos, expresión corporal, gestualidad de cine mudo y play back, puro movimiento al compás de la voz desnuda de la vida. Algo de mí y también, Camilo, algo de ti, porque formas parte de mí, en mi casa y en mi alma hay un sitio para ti. Que lo sepas.
Cuando en mi alma nacían solo palabras blancas, buscaba tu foto en el TP o en el Ama de la abuela y parecías buen chico. Sufridor y atrevido. Ayudadme a cambiar por rosas mis espinas, pedías en la cara A con mirada dulce, sonrisa melancólica y el pelo suavemente ondulado. Pues claro, cuando quieras. ¿Quieres ser mi amante?, soltabas en la cara B, con los pantalones delatores. Pues claro, cuando quieras. Salvaje y tierno, mezcla de infierno y cielo. Turbador. No te digo más.
Como para el resto, sus canciones son lo que son y el relato personal que pende al final del anzuelo que lanzan, una mirada al pasado predemocrático. En mi caso, sin reservas ni medidas, energética.
La huella de tu canto echó raíces, Camilo. Nos vemos en YouTube.