El tiempo pasa rápido y en pocas semanas se abrirán los plazos de prematrícula para las escuelas infantiles. Y de nuevo estamos viendo ya un montón de familias reclamando que se atienda su demanda de plazas en euskera en el Casco Viejo de Pamplona. Es un poco como el Día de la Marmota.
Resumiendo la situación podemos decir que en 30 años UPN no creó plazas en euskera; el año pasado el Ayuntamiento aumentó la oferta y ahora de sus doce escuelas cuatro ofrecen este modelo y están a tope y, por su parte, las cinco escuelas dependientes del Gobierno de Navarra siguen igual, esto es, con oferta única y exclusivamente en castellano.
Acaba de hacerse público un informe sobre la realidad socio-educativa de estos centros. Uno de los resultados es que el 52,8% de las familias usuarias está satisfecho con la presente oferta lingüística. Eso quiere decir que la casi otra mitad no lo está. Otro dato significativo es que el 38,5% hubieran deseado matricular a los niños-as en euskera, pero sólo el 26,6% ha tenido ocasión para ello.
Así que hay mucho que mejorar. Está claro que ahora le toca mover ficha al Gobierno, titular de una escuela situada en plena calle Descalzos. El departamento del señor Laparra tiene una magnífica oportunidad de volver a demostrar su firme compromiso con la defensa de los derechos sociales, esta vez los lingüísticos, atendiendo a esta evidente demanda social. Una escuela que viva y funcione en euskera sería lo ideal porque la convivencia social es necesaria, pero a la hora de aprender una lengua hay que establecer ciertas condiciones pedagógicas que nos aseguren una mínima inmersión en ese idioma, sobre todo cuando se trata de una lengua en desventaja como lo es el euskera.