Madrid, Barcelona, Bilbao y Valencia y en esta lista de grandes ciudades aparece también Pamplona. Desconozco el motivo, pero desde que escuché que HazteOir pretendía pasear su autobús transfóbico por nuestra localidad me escamé, más al saber que la visita a Iruña era la tercera parada de esta ruta contra la transexualidad infantil.

Para mí que esta gente venía con el único objetivo de provocar y armarla para salir en los telediarios del fin de semana como víctimas “de los extremistas violentos de siempre, incapaces de respetar la libertad de expresión y la ideológica?”, o algo por el estilo. El hecho de que el dichoso autocar tuviera previsto pasarse también por Donosti y Vitoria abunda en mi sospecha y me recuerda a aquellos años en los que Ynestrillas y su grupito ultra viajaban a Navarra y la CAV y no paraban de enarbolar banderas franquistas hasta que la teníamos montada.

El autobús que mayor indignación ha provocado en la historia reciente está inmovilizado por orden judicial y parece poco probable que las múltiples ideas que esta semana se han escuchado en Pamplona para recibirlo -desde rodearlo y repintarlo hasta directamente apedrearlo- vayan a realizarse. Me alegro de ello, pero no de que mi ciudad, de nuevo, sea vista como tierra de cruzada.