MMS, el veneno ecológico
Hace unos años un buscador de oro llamado Jim Humble encontró que con una disolución de clorito de sodio, un blanqueador industrial, se curaban enfermedades infecciosas. No usaba el lixiviante para lavar la verdura, ¡lo bebía! Producía a veces mareos, dolores de cabeza, vómitos y diarreas, pero al final curaba. Nunca hizo una prueba seria de lo que él denominó “solución mineral milagrosa”, MMS, si aun siendo veneno realmente ayudaba al organismo a curarse. Lejos de ello, lo promocionó disfrazado de remedio natural y contra el sistema capitalista de la farmaindustria. Eso le hizo tener éxito y gente como Pàmies (en efecto, otra vez Pàmies) lo publicita como remedio para todo mal: hasta elimina el virus del ébola, llegó a decir cuando se vino arriba en una de esas charlas con el amparo de algún poder público irresponsable.
No está solo: la monja Forcades tenía por ahí un vídeo contando que curaba la malaria. Sería increíble que los médicos que llevan años intentando buscar cura y vacuna del paludismo, que mata cientos de miles de personas al año e infecta a cientos de millones, fueran tan criminales de no usar MMS para curarla. Cierto, si esa lejía cura, si es solo la desidia y estar vendidos a las multinacionales, toda la sanidad pública sería la mayor congregación de hijos de puta y asesinos del mundo. En el fondo es lo que sugiere ese simpático agricultor al que invitan por aquí a montar homilías promocionando este y otros venenos, aunque a él le vale con sembrar la duda, plantar la desconfianza para colarnos sus productos. A mí me da mucho asco que este discurso tenga impunidad como la que gozó el otro día en Pamplona, con los logotipos del Gobierno y el Ayuntamiento y sin haber dicho ni mu a las quejas que algunos habíamos hecho. Una mancha en el expediente que, me temo, no se limpia ni con lejía.